Señor Capella, Modérese usted.
Penitenciagite.
Y no, no lo hago, no puedo hacerlo mientras camino como una sombra aleteante,
Babeante, concupiscente, retadora, amarga, ruin, intrigante, excitante, gimiente,
Pluscuamperfecta, descreída, perdedora, jactanciosa, sabelotoda,
Existente.
Y también hay un pájaro azul en mi interior, y uno negro, cual queda dicho.
Y vago de aquí para allá, y de allá para acullá, y no soy un doctor ni un potentado,
Y me intrigo y sufro, pero no lloro.
No lloro porque no hay motivos para llorar, ni sentimiento, ni necesidad.
Y no me modero, no cuento mis palabras ni cuido mis verbos ni disminuyo mi volumen.
Yo soy el que soy, el malhablado.
Sois mierdosos, pero no puedo decíroslo, no debo, atrás, chitón, punto en boca,
Incendiario, provocador, insolente.
Ruedo y vago y camino y me detengo y observo, sí, yo soy un observador genuino tras mi cara de ira,
Mi sempiterno gesto adusto y avinagrado, yo observo, yo juzgo, yo analizo.
Igual que ustedes.
Y sé, escuchadme, sé, lo sé realmente, que no hay más vida que esta, que el tiempo es breve, y que jamás ,
Nunca, ustedes pueden oírme decirlo, se los garantizo, jamás regresaremos, no hay nada más.
Por tanto, dejadme peregrinar en paz, hasta que mi tiempo sea cumplido y la obra sea desencuadernada.
Misteriosamente, sin pensar.
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