Hay un hombre
desanclado de su sombra;
A modo de espíritu recorre los pasillos
de su encierro.

Rodeado de máscaras, de criaturas ofensivas,
deambula de un lado a otro
sin detenerse,
sin respirar del mismo aire durante mucho rato,
sin musitar palabra de sí mismo;
Evitando Ser demasiado,
oscureciéndose
de la luz
que le resuena afuera.

Hay un hombre, temeroso de oído,
trémulo y perseguido por los seres que le rodean;
Asustado, piensa que es injusto sentir tanto
(miedo desmedido) en tan poco cuerpo,
cuando en el espacio ínfimo
de su alma
se convierte, de repente, en muchedumbre.

Hay un hombre sin salida ni descanso,
¡que ni pudo soñar que duerme!
rodeado de esos malditos
que le acarician el cabello con la punta de sus dedos lacios,
inertes,
invisibles e imposibles, pero que
si
que percibe en su tacto.

Hay un hombre que bordea la locura
de ser nadie y ser todo a un tiempo:
De ser él y también las criaturas que emergen
de cada espejo
roto
de su cuerpo.

Hay un hombre solo que gritó, y su voz fue un eco
multitudinario
de brillantes reflejos y frías negruras
invertebradas.