Los discos valían de verdad, a precio de oro, recuerdo que mi pobre sueldo alcanzaba apenas para comprar uno y a veces dos al mes, restando el costo de mis viajes, comidas con amigos, cigarrillos y algunos gastos menores.
Era fácil elegir, Frank Zappa encabezaba casi todas las compras, en ese momento había llegado a editar casi 40 discos y apenas contaba con quince de ellos.
La suma de días para completar la colección requería de tres o cuatro años más de esfuerzo, que por supuesto estaba dispuesto a sacrificar.
El sueño de tener toda la colección se convirtió en mi pasión, alguna vez la traicioné, el álbum blanco de los Beatles se había incorporado a mis discos. El asunto tenía explicación: La música genial de Zappa nos abría la cabeza y nos permitía experimentar nuevos horizontes, sin egoísmos.
Para colmo el álbum blanco estaba agotado, los fanáticos de los Beatles lo buscaban por doquier, y tuve la suerte de encontrarme con uno de ellos, en un intercambio increíble, el disco por dos parlantes de un metro de alto, de última generación para esos días.
Mi colección celosamente guardada en un viejo álbum de discos de pasta y el equipo con sus nuevos y mágicos sonidos se sumaban a mi sueño, interrumpido por la desgracia del servicio militar. Mi cautiverio duró casi un año y medio, agregando la pena de mudarnos de la casa que nací.
Libre y machacado - los asuntos militares no eran para mí – regresé a mi nuevo hogar con esperanza y energía. La búsqueda interminable, nadie de mi familia recordaba haber guardado él álbum, no estaba en ningún lado, la peor noticia.
La vida de un coleccionista tiene sus avatares, Zappa murió dejando casi 60 obras maestras, incorporé algunos discos nuevos y ahora en internet encuentro casi toda la colección y en especial los temas perdidos de mi juventud.
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