Como siempre, cuestionas la validez de que sean tus ganas las que guíen tus actos. Sigues sin dar espacio a los deseos que desde un tiempo carcomen tu ser, rozando tu alma, tocando la piel. No preguntes, atrévete a ser, por vez primera. Es el modo de saber quien en verdad eres.
Silencios.
Insistes en buscar explicaciones. Por esta vez no las habrán. Se agotaron. Se escondieron.
No les ves, pero percibes su murmullo, como una risa apagada que cada vez se hace más y más difusa.
Ni siquiera tu reflejo en el espejo te da las respuestas. Intuías que el te ayudaría a encontrarlas, mostrándote el camino. Y tan solo ves un rostro, que esta vez te resulta ajeno. Tus ojos, tu mirada, vagando por un espacio que ni siquiera tu sabías que existía. ¿Nació ahora?
A lo lejos, los ruidos se transforman. Pero no por eso dejan de inquietar. Como una gotera cayendo cíclica, sientes una y otra vez su repique. Como si esa gota cayera directamente en tu cerebro e intentara abrir una nueva brecha. ¿Un camino? Quizás el espacio necesario para que escape la costumbre de siempre tener un por qué para todo.
Ya ni sabes lo que quieres. Estás frente a tu último por qué...
Si, el por qué de tus por qué.
Pero...
Sí, también será el último pero...