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Misterio
Fue durante una aburrida tarde en la biblioteca del Centro de Estudios Esotéricos donde algo iba a cambiar en el destino de Roberto.
El CEE era una organización no gubernamental que según sus estatutos tenía como fines el análisis, estudio, revelación y divulgación de todos los misterios de la humanidad. Un ambicioso programa que no pasaba de eso. Contaba con 56 miembros entre los cuales se encontraba Roberto; un arquitecto frustrado que quemaba sus horas entre la oficina de catastro de la municipalidad de San Benito donde trabajaba y las zambullidas entre los volúmenes de la biblioteca de la institución. Ya hacía seis meses que luchaba infructuosamente contra el sueño mientras intentaba avanzar en la lectura de un libro que aseguraba la presencia de alienígenas en el Pentágono. Un sinfín de entramados políticos de dudosa procedencia que indefectiblemente conducían al sopor que culminaba en largas siestas en la poca concurrida biblioteca.
Si bien nunca iba a conocer los misterios que se escondían en la mítica edificación de la capital norteamericana, resultaba la excusa perfecta que le permitía quemar sus horas en las vespertinas tardes de la ciudad.
Pero algo cambió aquel 14 de noviembre, cuando todo hacía pensar otra soporífica lectura al avanzar sobre la página 89.
-Buenas tardes, Ud. es el señor Roberto Benitez?
-Si, para servirlo.
-Mi nombre es Gustavo y vengo a ofrecerle un trato
Era la primera vez que se cruzaba con alguien en los casi tres años que concurría a la institución.
-Como socio fundador del centro y en premio a su perseverancia le voy a conceder el privilegio de revelarle algunos de los misterios de la humanidad.
Roberto poco podía comprender de la situación, se había despertado sobresaltado por la presencia de Gustavo con su insólita propuesta. Tal vez se encontraba dentro del sueño que lo tenía como protagonista o quizás fuera real y se trataba de un desquiciado individuo con dudosas pretensiones. Lo cierto es que decidió continuar la historia y dirigiéndose al intruso balbuceó:
-Me siento halagado con su distinción pero no estaba preparado para tamaña propuesta; necesito un tiempo para la respuesta.
-Las condiciones las impongo yo, mi tiempo se acaba y necesito su respuesta ya.
Aturdido por el curioso diálogo con el extraño, conminado a hilvanar alguna consulta para al menos conformar al apurado visitante, comenzó a escudriñar entre sus recuerdos, acontecimientos o misterios que le hubieran marcado su existencia.
Toda su vida la vio pasar en un instante en sucesión de imágenes y situaciones que había olvidado.
Le vino a su memoria hechos de su niñez que le fueron conformando su dudosa espiritualidad, cuando concurría a las clases de catecismo en la Basílica de Santa Elena, demasiado joven para entender de ritos y sacramentos.
-¿Qué hay después de la vida?
Su interlocutor no pareció inmutarse ante la propuesta, parecía un individuo muy preparado para estas lides y esa inquietud para nada lo tomó por sorpresa.
A partir de ese momento Gustavo comenzó a asistir regularmente a la biblioteca a fin de transmitirle los conocimientos que necesitaba para resolver el enigma planteado. Conocía bastante bien ese tema habida cuenta que ya hacía 250 años que peregrinaba entre los vivos.
Los parroquianos hablaban de los fantasmas de la biblioteca. Gustavo adscribía con agrado a su mote, a la postres era un apasionado por la lectura y los diálogos paranormales entre los concurrentes. Solo algunas personas podían tener contacto con él; no ya con su cuerpo sino con su mente que vagaba errante entre los pesados volúmenes.
Roberto no solo conversaba con él sino que podía verlo. De las largas tertulias se forjó una férrea amistad que lo hizo abandonar las lecturas tediosas que se transformaron en acalorados debates existenciales con su amigo.
-Estimado amigo- Arrancó la conversación Roberto
-Ya van casi seis meses que nos reunimos y si bien disfruto gratamente con su presencia y estimo su amistad, entiendo que hasta el momento no hubo avances significativos en torno al tema que nos convocó.
-Si se refiere al misterio de la vida y de la muerte no tengo nada más para agregar.
-No entiendo- respondió llenándolo de dudas a su pesada existencia
-Su vida se apagó en el momento exacto en que nos conocimos, fue aquel caluroso 14 de noviembre cuando hojeaba la página 89. El dia exacto en que se le develo el misterio.
OTREBLA
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Texto agregado el 03-05-2014, y leído por 156
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