Ver la ciudad como una gran tumba colectiva, o en todo caso, siendo más generoso, como una burbuja que nos aísla del resto del país. Mirar de reojo caras indiferentes palidecidas por el frio de la mañana. De regreso a casa, perdiendo el tiempo en cada paso, quemando los minutos y desganado por este pronóstico inmutable de locales cerrados, y de calles vacías, regadas por la crisis económica, por el mal humor y la intolerancia. Así empezó el día, mi día, el día de muchos.
¿Por dónde escapar o encontrar un atajo en medio de este derrumbe moral y esta crisis social? Veo muy pocas salidas por no decir ninguna.
Admitamos que la crisis se esparce por todo un continente, pero se agrava en un país degradado, escupido y violado, repleto de homicidas de la moral y corruptos desestabilizadores del supuesto orden de la convivencia. Ahora; llevemos el rejunte de miseria, de hipocresía y de maldad, llevemos la inflación, la inseguridad y la burocracia a este pequeño nido de ratas y de flores. ¿Con que nos encontramos? Ni más ni menos que con el estancamiento de una pequeña ciudad detenida en el tiempo, en donde la juventud es ignorada y despreciada por los ciegos funcionarios. Una comunidad orgullosa de sus piojos resucitados, de sus negocios cerrados y de sus escases de higiene. Una pobre y triste ciudad rica en geografía y vacía en oportunidades, olvidada, difamada y bombardeada por una ola depresiva que a más de uno empapa.
Entonces, sin medios de escape, sin la visión de un futuro en mejoría, sin armas para defenderse de esta desdicha. ¿Cómo manejarnos en este entorno apagado y muerto?
No hay respuesta, tan solo vida, con sus pros y sus contras como en cualquier sitio del planeta, con sus tristezas y alegrías, sobre todo con sus tristezas. Solo el día a día, valorando lo que tenemos, sin ignorar lo que nos quitan y de lo que nos privan.
Tal vez en esta inmundicia son más lo que pueden, quieren e intentan soportar. Si, de seguro esta empobrecida mayoría.
Ir directo al grano: que triste que es la muerte y que triste que es la vida.
Soy un espíritu intolerante, no es fácil siempre sobrellevarlo, y sin embargo, se puede. Todos los días no son iguales, nuestro ánimo es mutable, y es así entonces que nuestros nervios adormitan y nuestro temperamento toma un respiro. Que suerte de aquellos seres tolerantes que la mayoría de los casos encaran al mundo con una visión optimista, no es este mi caso, y decir “suerte” es tan solo una mera forma de expresión. Tampoco podría considerarme un ser negativo, los demás si pueden hacerlo, pero ¿desde cuándo importan los demás?
Siendo analítico en todos los casos, no hago otra cosa que poner el asunto en una balanza, el análisis me lleva a inclinarme al porcentaje más alto. La conclusión entonces puede ser el más terrible de los resultados o el mejor. Si nuestra conclusión lleva solo a la neutralidad, significa que estuvo de más el proceso analítico, ya que, aparentemente el asunto nos era indiferente.
En resumidas, mi visión ante este mundo es objetiva, tan solo realista, tratando que mis sentimientos no moldeen una imagen falsa del asunto; claro que muchas veces eso es inevitable y nos dejamos engañar por nosotros mismo utilizando la esperanza traicionera. Aunque renunciemos a ella la esperanza a veces nos sorprende y debemos tener el poder de no dejarnos arrastrar por ella.
|