La rabia se decide por calmar mi urgencia, se empeña en recordarme que ya no estás, que tuve errores, que por andar de insensata perdí tu sensatez y tu locura, tu risa y tu traicionera ternura; y aunque poco me enfurezco conmigo misma de esta manera porque nunca hay tantos fantasmas para atormentarme, tu sola ausencia, lejana ausencia, tu puta ausencia! De un beso para acá ha comenzado a patear mis pantorrillas y a pellizcar mis mejillas, tu ausencia terca, tu ausencia necia se rehúsa a admitir que es tozuda como ella sola y niega y reniega que necesito de su indulgencia, por esta noche tu ausencia se rehúsa a morir y no la culpo, familiarizada y tan acoplada como lo está, tan cercana, tan supuestamente amiga, como los recuerdos pero prepotente sobre esta noche reclama su victoria porque comprende que no tenemos ni tú, ni yo, la manera de vencerla, al menos no esta noche.
Pero es un cáncer esta ausencia tuya, se expande y se apodera de mí toda, de mi voluntad y de mi voz, mata mis piernas y mi sueño pero enfurece mis manos y a mi excusa de dolor, se apodera tan totalmente de mi que me hace creer que es mía, esta ausencia es mía, ésta culpa es mía, ésta rabia es mía. Tal vez vaya ella percatándose apenas y sólo ella descubre un secreto que nunca lo fue, porque tú sabías ya que la culpa iba a ser mía y en esa noche cuando mi ausencia te convenció a ti, y me reclamaste y me pediste... ¿dónde estabas dulce ausencia? Acaso caminando por altas cumbres entre la neblina, ¿qué hacías débil escondida en el reducto de mi falsa autosuficiencia?