Tu palabra devastadora deja mi piel en barbecho,
ácida lluvia disonante que apaga mi frenesí;
el pretérito perfecto de nuestros fluidos en comunión,
despierta mi ruego arrogante,
de que vuelvas…

El futuro que siento en mi devaneo,
el regreso al fin del principio,
cuando mi verbo eras Tú,
cuando el tiempo era, meramente, un adorno vacuo,
sustento de nuestra pasión loca.

El reloj de mi cordura,
sigue girando el laberinto ciego del desencuentro
y las horas muertas dicen que no vuelves…

Uno tras otro,
mis pétalos caídos van formando un rastro púrpura
que solo conduce al punto álgido de mi locura.

¿Dónde estás?

Regresa, toma mis cuencas vacías, condúceme al Edén.


Aguilagris