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Inicio / Cuenteros Locales / Gatocteles / Ihacopo y el conejo somnoliento

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De entre todos los conejos somnolientos, el peor era ese animal gordo y dientón que el mago del Azar Ihacopo el Antiguo atenazaba de las orejas pachonas y correosas como cuero viejo.

Lo capturó cuando la criatura mordisqueaba los efluvios del sueño que se le desbordaba como magma de neblina por los ojos cerrados.

A esas alturas de su vida, el anciano disponía de un nivel de conciencia inmune a los estragos del cuerpo y de la mente, por lo que percibió de inmediato el atragantamiento del animal con su sueño, atrapándolo con un movimiento vertiginoso de la diestra y un mantra que corporeizó al conejo despojado de su volatilidad.

Bien sabía Ihacopo que los conejos somnolientos llenan sus panzas siempre hambrientas del sopor de los hombres y las bestias, y que al ser capturados se convierten en viles cuadrúpedos a quienes hay que purgar de los bolos de sueño que se diluyen en sus barrigas felposas.

De manera que Ihacopo se las arregló para incorporarse de su catre mientras conducía al conejo de ojos tumefactos hacia un punto en el jardín donde se escurría la luz de la luna llena.

Ihacopo depositó al conejo sobre el pasto, picoteándole las costillas para inmovilizarlo. Fue por algunas hebras de hierba donde aún se adherían varios pulgones de panzas tensas por la clorofila, y se las arregló para abrir el hocico del espécimen que recibiría las ramitas con docilidad.

En cuestión de minutos el conejo brincoteó cual saltamontes, hasta caer despatarrado. Después soltó un eructo ominoso de hilos de sueño que retornaron en ráfagas a sus legítimos dueños, quienes al fin podrían librarse de las ojeras terribles adheridas a sus caras luego de semanas sin dormir.

El mago del Azar concluyó su labor cargando al conejo indemne como gazapo, a quien llevó hasta un reducto en el bosque donde otros animales de su naturaleza deambulaban con morosidad de cangrejos, incordiados por unas pulgas y garrapatas que caían fulminadas de somnolencia al picarlos.

Ihacopo retornó a su cabaña sabiendo que pasarían años para que los conejos recuperaran sus poderes afrentosos, volviéndose un problema para los magos incipientes que arrostrarían sus cuerpecillos esquivos calando por primera vez sus dotaciones de magia.

“Lo cual, venturosamente, ya no es mi problema”, musitó el mago tendiéndose en la cama con hieratismo de faraón mientras el sueño se cuajaba de nuevo sobre sus facciones entrelazadas por mil arrugas de poder.

Texto agregado el 24-04-2014, y leído por 315 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
27-04-2014 tenia tiempo de no leerte y me ha gustado lo que veo... hermoso mundo el tuyo! mandame al mago! no puedo dormir....... tigrilla
25-04-2014 Me encantó este cuento, se lo voy a contar a mis nietos...ahora ya se por qué me despierto tan fresca en la madrugada y no puedo volverme a dormir... ¿podré trampas bajo la cama? ya revisé el partio alrededor del ciruelo pero no encontré la cueva... y eso que me llamo Alicia!! Buenísimo!!!lleno de magia!!! adelsur
25-04-2014 Le das un valor diferente a animales que transitan inapreciables para muchos. Este. cuento tiene una magia especial al igual que tu estilo inigualable. Un abrazo. umbrio
24-04-2014 Describes tan bien que parece estar viendo las escenas. Como siempre, gracias por regalarnos ese hermoso relato. elpinero
24-04-2014 Que buen cuento, me gustó muchísimo Carmen-Valdes
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