En 1519 los españoles implantaron por la fuerza la pacífica religión católica (al menos su filosofía está cimentada en el amor). Desde ese año hasta 1833 la siniestra iglesia estuvo al mando de la educación, tras esto se le llamó “La Gran educadora”. ¿Educadora? A lo largo de este oscuro periodo cambiaron verdaderos textos hechos por grandes pensadores (Galileo, Copérnico, Kepler, Spinoza, Kant, Descartes, etcétera) por un montón de “Padres Nuestros” y “Credos”. Una pequeña cifra derrumba el apodo de la sagrada institución: cuando Iturbide toma el poder (1821) el 98% de la población nacional era analfabeta. La iglesia promovió, en 300 años de reinado que la enseñanza era solo para los poderosos y/o los que podían costearla.
El primer presidente que le hizo frente a la iglesia fue Valentín Gómez Farías, quien en 1833 promulgó las “pre-Leyes de Reforma” en las cuales se basaría Juárez 35 años. Entre todos los decretos destacaba uno –a mí parecer- : laicidad en la educación. Estas reformas incluso estuvieron bajo la aprobación de Santa Anna –hay que recordar que Gómez Farías era el vicepresidente-. Lo más curioso es que el dictador les dio el visto bueno pero fue él quien se encargó de que no se aprobaran en el Congreso.
No fue sino hasta 1857 con la nueva constitución que regresó la condición laica de la educación; la iglesia nuevamente se opuso, no solo por la neutralidad religiosa de la enseñanza, sino también por la pérdida de privilegios políticos y económicos.
Dejemos a un lado a la historia y centrémonos en el presente. La iglesia católica busca clavar nuevamente sus garras en la educación, pretende resucitar de ese ataúd sellado hace 150 años por los liberales.
Durante doce largos años estuvimos en las manos de auténticos conservadores; herederos de Zuloaga y Almonte: los panistas.
No hay que olvidar que el Partido Acción Nacional pertenece a la Organización Demócrata Cristiana de América, presidida por Jorge Ocejo Moreno –panista-. La ideología de este partido es conservadora y de liberalismo conservador.
La educación se salvó, no sé porque, pero un personaje siniestro se encargó de regresar este tema a los púlpitos: Enrique Peña Nieto.
El actual presidente de la República hizo tratos con el episcopado mexicano, entre ellos la derogación del artículo 24 que define la libertad de culto. La iglesia le hizo favores al copetón desde que era gobernador del Estado de México, como cuando lograron que el Papa Benedicto XVI les diera su bendición a la entonces comprometida pareja, pero además lograron que éste anulara el matrimonio religioso entre “La gavota” y el productor de televisión José Alberto “El güero” Castro.
Peña le pagó a “la gran educadora” con un plan de reformas presentadas en 2010 por el PRI en San Lázaro con las que se busca abrir más espacios para la iglesia.
En abril del 2012 el Congreso reformó el artículo 24 en el que se ratifica la libertad de culto pero no se exenta la posibilidad de imponer una religión (evidentemente la católica).
Con la aprobación de la reforma comenzó el gran reintegro de la iglesia a la vida política y pública del país; ahora fue el artículo 24, mañana irán por el 3° con el que impregnarán sus sucias manos sobre la educación que debe de ser PÚBLICA, LAICA Y GRATUITA, con la “madre” iglesia al frente de la enseñanza, esos 3 postulados desaparecerán, para la iglesia nada es gratuito, por consiguiente no será pública y de la laicidad ya ni hablamos. Sin duda alguna estamos siendo gobernados por una bola de conservadores que se esmeran en regresar este país a la época virreinal, donde pensar era un delito. Tal vez Juárez y Gómez Farías no fueron los mejores presidentes, con errores y aciertos, pero sin duda alguna tuvieron los suficientes huevos para colocarle un cerco a la iglesia católica. Los políticos actuales deberían de ser herederos del pensamiento de Comonfort, Lerdo de Tejada (Sebastián) y José María Iglesias, más no de Santa Anna, Alamán y Juan Nepomuceno Almonte.
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