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Una tarde Juan se dio cuenta de que ya no era el mismo. Miró de nuevo el calendario, era viernes. Pero había algo extraño, algo incorrecto. El Viernes no se sentía como tal. Juan sabía que no era el clima, ni la hora, ni los olores, ni la rutina lo que le decía que no era viernes, intentó pues no hacer caso a la sensación de estar desfasado, borroso, pues estaba en el trabajo y no quería alarmar a nadie, pero cuando estuvo al fin solo, sentado en su oficina, con las persianas cerradas y en un estado de semi oscuridad , se dio cuenta de que el concepto que el tenia de los días viernes había desaparecido. Sí. La imagen no estaba más ahí. Y lo que es peor, la había olvidado.

Entonces hizo un pequeño esfuerzo y pensó en un miércoles y la imagen del miércoles surgió ante sus ojos, ahí estaba, nítida e intocable, eterna. Un fondo negro y un árbol enorme en un contraste colorido de naranja, -una jacaranda naranja sobre un fondo negro-, eso es lo que era. Suspiró aliviado y repasó los demás días de la semana; el lunes estaba ahí, con su pila de polígonos y cuadriláteros morados, el martes-rectángulo rojo, el jueves-árbol de mangos y también eran jueves algunas letras de anuncio de mundial de futbol setentero que decían “JUEVES”, se veían un poco distorsionadas y circulares tal vez, como las de un comercial visto a través de una televisión con la definición que solo puede lograr una antena de conejo. Pero era así como los había visto siempre.

Al analizarlo mejor se dio cuenta de que todos sus pensamientos estaban viciados, a cualquier concepto le correspondía una imagen, eso estaba bien, pero solo ante las ideas, -ante algunas ideas-, ante lo abstracto, era cuando volvía a apresarle la sensación de estar desfasado, si le decían “microbús” a su mente llegaban olores y desventuras, pero sí en cambio alguien mencionaba tiempo (con lo cual lo que habitualmente veía era una clepsidra), la sensación lo cambiaba. Ahora, ante el sonido “tiempo”, solo veía un fondo verde. Ante la palabra escrita tiempo, el verde se acentuaba.
El problema llegó cuando le decía “te amo” a su esposa y era como decir pásame los huevos, o cuando mirando a los ojos decía “te quiero” a su hija, o cuando ya no pudo jugar al futbol porque no le encontraba sentido.

Recorrió las bibliotecas de mil campus universitarios, devorando libros de neurología y psiquiatría, investigando. Buscando algo que le indicara su mal. De soslayo miraba por la ventana a estudiantes tirados sobre el pasto, cada vez que abría un nuevo libro los veía, y poco a poco se difuminaba y sentía un poco de envidia que ahora, no se parecía a la envidia.

De pie frente a un enorme ventanal decorado con motivos religiosos un joven lo miraba con curiosidad, Juan no parecía ser una persona que encajara con los visitantes de la biblioteca, frecuentada en su mayoría por estudiantes y profesores, a veces uno que otro despistado –los cuales jamás se volvían a parar por ahí- , Juan no parecía ni estudiante ni maestro. si que parecía un despistado, pero uno singular, un despistado que regresa. Y para el joven esto solo podía significar que Juan se estaba autodiagnosticando y que ese diagnostico solo podía ser el de la locura.

-Veo que esta leyendo la enciclopedia de signos neurológicos de Thomas Carmichael, la reconocería entre cientos, ¿realmente puede comprenderla?- dijo una espigada silueta que se acercaba a Juan

-es apabullante, necesité un diccionario para entender el primer párrafo.

-Mi nombre es Hans, dijo, y le tendio una mano blanquísima.

-Soy Juan, -respondió, e intento mirarlo a la cara pero por alguna razón desconocida agacho la cabeza y solo pudo ver sus zapatos.

- si tiene algún problema no dude en pedir ayuda, me sé esa enciclopedia de cabo a rabo. Veo que repasa signos oftalmicos, ¿le sucede algo a sus ojos?

- no son mis ojos los que están enfermos, mis males derivan de algo que puedo ver sin abrirlos.

La curiosidad de Hans iba en aumento, levantándose como una erección descomunal. Se puso frente a Juan y examinó sus globos oculares con una lamparita que se saco del bolsillo de la camisa, mientras lo hacia pidió mas información, Juan le empezó a contar una historia que terminaba con la letra de una canción alemana de hacia mucho tiempo, mientras narraba le empezó a brotar sangre de la nariz y al final de la ultima estrofa se había quedado sin ritmo ni métrica.

Hans, sorprendido (la sorpresa no era algo muy común en Hans), le preguntó donde había escuchado la canción, de donde había sacado ese cuento, pues 1) su madre solía cantársela cuando era niño, y 2) la otra parte de la narración era el tema de su tesis (la historia consistía en lo ya relatado anteriormente, un revoltijo de conceptos), la facies de Juan cambio bruscamente, el concepto de angustia lo ataco ahora de una manera diferente; usualmente, la imagen –angustia- era un atardecer de colores cálidos, montañas áridas, la cara de una anciana de cabellos blancos con un rebozo morado. Ahora, era un cielo nublado, imágenes de fabricas abandonadas, la cabeza de un misil pintarrajeado con lápiz labial.

Cuando manó la hemorragia Hans lo llevo por el camino que conducía a su consultorio, hablaron de todo, de la vida en Alemania, de autos, de la familia, de futbol, de comida, de libros pero nunca de música, cuando Hans se dio cuenta ambos estaban hablando en alemán, con el acento de Auswitch.

Hans decidió hipnotizar a Juan, le pidió que se sentara en un sillón, que se quitara los zapatos, le dijo que se relajará y le dio una paleta de miel para calmar su ansiedad y como una forma de alimento para su cerebro también, lo que nadie dice acerca del hipnotismo es que es como abrir nuevos senderos en una jungla desconocida, y al hacer esto se gasta energía y al encontrar cosas también se pierden otras.

-respira profundo Juan, cierra los ojos, pon atención a mi voz (…)
Una vez hipnotizado, en trance, la cara de Juan se relajo, pudo ser él de nueva cuenta, la anamnesis transcurrió feliz, todo normal.
Voy a hacerte unas preguntas y tú tienes que decirme las primeras 3 palabras que se te vengan a la mente dijo Juan con una voz que Hans no le había escuchado en 2 horas que llevaba de conocerlo, -vamos a empezar, ¿estás listo?

León- (sexo, desmembramiento, oro) fue la respuesta.
Risa- (mujer, pecas, noche lluviosa)
Letras (dios, libro, barca)
Tiempo (verde, árbol, estrella)
Guerra (sangre, griegos, dios)

El mismo procedimiento fue aplicado por parte de Hans a Juan, el resultado como se esperaba fue que ante toda palabra las asociaciones mentales de juan eran exactamente las mismas que las de Hans.

Es suficiente, sentencio Juan con una voz tan ronca como la de quien pareciera que ha dado misa, Hans expectante lo miro ahí, sentado sobre ese sillón donde a tantos había hipnotizado, Juan era el primero que en medio de la sesión se había comportado así, estaba tan sorprendido como espantado y la boca le sabia a un amargo que no supo definir.

-Lo que pasa y ahora lo entiendo-, dijo Juan, aun sin salir del trance,- es, señor Hans Reiter, que yo no estoy aquí por casualidad, yo vengo a devolverle su conciencia.

Texto agregado el 23-04-2014, y leído por 133 visitantes. (0 votos)


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