Cabalgar con riendas rotas, siempre tan fácil.
Oír su llanto y sus quejidos quebradizos,
que manipulaban el alma,
y siempre tan vertiente su vida,
se rebalsaba en hondas zonas.
Calibrado rojizo,
lleno de sudor y pavor,
mi amor.
Alientos perdidos
y cansancio insaciable,
obediencia del día,
el desacato de la noche,
y la noche, sin qué rebuznar,
sopla mi voz con el viento,
y sacude en mi pecho con alegre ardor.
Sonará atrevido si haz de juzgar,
el amor,
un juego, que no se ha de jugar,
un lienzo negro, que no se ha de pintar,
y quien dice: “Hoy me he de enamorar”.
Llenando de glamour un momento de la vida,
descuidando la espalda de un ataque sin reproches,
siendo uno siempre,
su único castigador.
Quemará por siempre el eterno thinner de gozo,
a apagar el fuego con el rocío de las plantas.
Y se fomentará siempre el ruido de los desamparados,
culpando al dios que en su templo no está,
porque con tu amante se ha ido.
Nublando tu vista de tempestad,
y cansado de ruegos,
solo te dejará
sin vida ni horas, ahora dios no está.
Fumando y amando, solo te dejará,
en tu lucha .
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