“La hojarasca” no fue mi primera lectura de García Márquez, pero sí la primera que recomendé a mi hijo. Y el haciendo caso, leyó el libro y se siguió con otros más. Ahora con orgullo puedo decir que es un excelente lector. En mi caso, la literatura del Gabo, ha sido no solamente un recurrente, sino un gusto por volver una y otra vez a relamerme los bigotes. En un símil, me pasa algo parecido, tan sólo con Rulfo, y quizás un poquito menos con Julio Cortázar.
Esta mañana estoy triste y desde luego me he puesto a revisar la infinidad de noticias en los diarios. El País, aborda distintos tópicos en una quincena de reportajes. Lo mismo pasa con los diarios nacionales, Excélsior, el universal, y muchos más. En esta maraña de noticias, algunos me causan escozor, y por estos, es que me atrevo a escribir. Son los artículos que hacen mención del apelativo “Gabo”. Según estos, el “Gabo” solamente está permitido a los amigos cercanos, a los que le fotografiaron, a los que se tomaban la copa con él, a los que le visitaban en casa, a los que además de Gabo, podían decirle Mechita, a Mercedes, su mujer, a los que por sus relaciones habían tenido la cercanía de las instituciones. Pero estamos también sus amigos en la lectura, los que como yo, vimos invadidos nuestros sueños y nuestras ilusiones con aquellas imágenes. Los que devorábamos sus libros, los que viajábamos en el imaginario mundo de Macondo, los que, acalorados, trasladábamos a Macondo a nuestras propias raíces – Salto de Agua- ha sido para mí, el Macondo en Chiapas.
Gabo, yo me atreví a recomendarle uno de tus libros a mi hijo, -La hojarasca-, y la leyó y se siguió de frente con otros libros tuyos, y se ha seguido con varias decenas más. Y mi cuento: El temporal, lo escribí pensando en Salto de Agua, y también en Macondo. Y mi amor de secundaria, y su historia, lo llené de la presencia de Cien años de soledad. Por eso es que te llamo siempre que platico de ti y de tus libros, “Gabo”. Y jamás te conocí, y jamás me tomé una copa contigo, y jamás visité tu casa, y la única fotografía que tengo en casa, es la que en octubre del 2013, por esos ares del destino, mi mujer y mi hija te descubrieron paseando en Perisur. Amigos tuyo, somos los millones de lectores que a lo largo de tu vida has tenido, los que hemos caminado con tu imaginación y tu palabra, los chingones que aprendimos a leerte y que como mi hijo, nos enamoramos de la palabra de otros autores a través tuyo. Los que soñamos con Macondo y nos volcamos a buscarlo en nuestros pueblos. Los que nos sentimos con la confianza de recibirte en casa, de apartar un espacio especial para tus libros, los que te tenemos al alcance de la mano, en la mesita de noche.
En una de esas, aquellos que se adueñan del apelativo “Gabo”, tuvieron la oportunidad de tomarte la foto, de tomarse la copa contigo, de visitarte en casa, y jamás entendieron del porqué, de las mariposas amarillas del Mauricio Babilonia.
Viernes santo, 18 de abril del 2014
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