Jueves santo, día sagrado de la semana mayor. El mundo cristiano se prepara para rememorar el viacrucis doloroso de Jesús. Día doloroso también para la literatura, pues hoy, ha muerto Gabriel García Márquez, uno de los mejores escritores latinoamericanos del presente. Hace apenas menos de dos años, se fue Carlos Fuentes; ahora, le ha tocado el nada envidiable turno a García Márquez.
Por supuesto nos deja el legado de una obra maravillosa, profundamente imaginativa y original; pero el hombre, el mago de las letras de historias excepcionales, se ha marchado para no regresar jamás. No sabemos a dónde habrá llegado, quizás a un mundo mejor que el de esta realidad cotidiana plagada de hambre, pobreza, políticos corruptos, desempleo, crisis económica, etc. Desde ahí, esperemos que pueda seguir lucubrando sus historias, aunque ya no sepamos de ellas.
Esta breve nota no pretende ser enterada ni erudita, sino únicamente un testimonio de un hecho que duele, que lastima, que lacera el corazón de los apasionados de las letras. Sin García Márquez no sabríamos nada de Macondo; de la terrible soledad de un general y su esposa y la añoranza de un hijo que nunca va a regresar; del hombre muerto que todo mundo sabe que lo van a matar, menos él y al que nadie es capaz de avisarle de ello; del amor extraño por una mujer casada con otro y que finalmente germina casi al umbral de la muerte; ni de la señora Forbes, ni de la niña mordida por un perro rabioso, ni de la joven desangrada a causa del pinchazo de la espina de una rosa, ni de…
¿Dónde termina la magia?...con la partida de Gabriel García Márquez, no; pero es un hecho ineluctable que deja el corazón acongojado, desamparado. Querido Gabo, descansa en paz.
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