Me enamoré de ti cuando me sonreíste,
lo dijo la noche nuestra que nos veía pasar,
señora observante testigo fiel de este amor;
Frenesí implacable como canto del mar.

Me enamoré de tu tibio cuello frágil,
en la radiante primavera del mes de marzo;
Por tu simplitud, viveza y encanto sin igual;
dulce esperanza como alborada en la llanura.

Me enamoré de ti porque sacudiste fuerte
los átomos de mi componenda genética;
Empalmaste en mí, esos tus ríos cristalinos
siempre vivos, que corren por tus venas.

Lo supe cuando apresaste ese niño travieso,
a veces discorde, loco o revolucionario;
Me enamoré de ti, pues no había más remedio;
Era huir o quedarme y decidí esperar.

Sigo tus pasos cuando transitas por mi mente,
admirando con arrojo cada milímetro de ti,
cabalgo en el edén de tu existencia;
Con lozanía infinita en el mundo de este amor.

CRISTIAN NAVARRO. "EL PROFESANTE DE LA PALABRA"