La mujer y el perro
No había terminado de comer unas costillas arqueadas ese sábado a la noche, cuando la alarma de su radio llamado lo inquieta. Eran las veinte y dos horas.
-Dr. Pablo, urgente, dirigirse al hotel alojamiento de Rawson, de parte de Fernando.
El doctor Pablo, se dirigió en forma inmediata a un albergue de citas de la calle pegada a las antiguas líneas del ferrocarril, en Rawson. Su amigo y gerente lo necesitaba ahora más que nunca.
Los gritos y llantos, discusiones y peleas se sentían desde la calle.
La sorpresa del médico fue que su amigo y compañero de reuniones familiares había ido con una joven a ese lugar y su esposa lo había seguido en otro auto.
El desorden en esa habitación, impedía ver. Aunque haciéndose paso, el gerente y detrás el médico, intentan calmar los ánimos.
La mujer de su amigo, en voz alta y enfurecida les incriminaba a su marido y a la más joven, de todo. La más joven también recibió puñetazos y tirada de cabellos por la otra.
Los insultos y palabras fuertes continuaban. Volaron sillas, ropas de cama y cualquier otro elemento. Y la discusión subía más de tono.
El amigo, mas bien delgado, pero de altura considerable, abundante cabellera dividida en dos mitades en la amplia frente y de ojos claros y vivarachos, tenía un profundo corte en la frente, ocasionado por una silla revoleada por su mujer. Le salía abundante sangre; su rostro parecía desfigurado y el líquido se metía entre su cuello y el pecho. También la muñeca del brazo derecho parece quebrada, y se quejaba de intenso dolor.
La joven, semidesnuda y de pié contra la pared, intentaba calmar la situación, pero cada vez que hablaba, más alterado estaba el clima y la atacante continuaba golpeándola.
Mientras el médico se dispone a cocer la herida de su amigo, que fulminado por la trifulca, no podía contener la respiración. La transpiración impedía hacer el trabajo profesional; su esposa se desploma al piso. Tan pálida estaba, que parecía muerta.
No podía con dos manos, hacer las dos cosas a la vez.
El médico deja a su amigo con la aguja con hilo enganchado en la frente ensangrentada y traspirada, y se da vuelta para socorrer a la mujer que yacía en el piso, al lado de la cama.
Observa a la mujer. Parece inconsciente. Ésta emite un gemido y una respiración profunda y de
inmediato movimientos fuertes con los brazos y las piernas. Su cuerpo se arquea en el medio y se despierta al rato mostrando salivación por los labios, y moviendo su cabeza y los ojos para todas partes, balbucea algunas palabras, como diciendo:
-¿Dónde estoy?... ¿Qué me han hecho?... ¡Donde me golpeé, que me duele la cabeza!...
Finalizado su trabajo, Pablo subió a la joven en su auto y se dirigió para las afueras del hotel alojamiento, tratando de aconsejarla.
-Mirá piba, te llevo hasta tu casa pero tratá de salir con tipos más jóvenes que ese veterano amigo mío; mirá en el lío que te has metido…
La mujer sube a su marido en el auto, siguen discutiendo y se van.
Años después, Pablo concurrió con su esposa, al Parque de Mayo, en donde asistían a un evento de mostración de perros de raza.
Se acercan a las tarimas y presencian la pasada de los perros ante el jurado.
Miran asombrados como su amigo alto y delgado tomado de la mano de su esposa, haciéndose arrumacos, avanzan con un hermoso ovejero alemán delante de los jueces. Lo pasado, olvidado.
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