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El botín de guerra

Jorge Cortés

-Regálamela Anselmo, de cumpleaños, ¿no? Pasado mañana entro en los diecisiete...
-No’mbre que te voy a andar regalando... no te acuerdas que de por sí casi nos matan por ella?
-Se la creyeron todos, ¿verdá?;pero íbamos juntos Anselmo, yo sí que supe como la conseguistes.
-Tábamos chamacos Palemón, nueve años, ¿qué no? Fue en mil novecientos noventa y seis...

El grupo paramilitar de filiación priísta “ Los chinchulines” tenía asolado al ejido de San Jerónimo, en Bachajón, Municipio de Chilón , había asaltado a unos trescientos indígenas la noche anterior, y desde hacía catorce días mantenía bajo constante abuso verbal y amenaza de violencia a los civiles y los observadores de derechos humanos que permanecían en la región. La iglesia de la misión Jesuita había sido incendiada y al menos una persona había sido confirmada muerta durante los hechos violentos.
El gobierno Federal, después del niño ahogado, hizo como que tapó el pozo, envió algunas tropas que permanecieron en la zona para “desalentar” las incursiones de los paramilitares. Lo real es que las comunidades que ahí vivían, fueron finalmente desplazadas.
Anselmo y Palemón eran dos de los niños que miraban, primero con miedo y después con curiosidad a los uniformados de verde olivo, que viéndolos bien, la mayoría , debajo de aquellos uniformes, eran indígenas igual que ellos; sin embargo –lo sabían bien- estaban del lado del mal gobierno, no del lado de los pobres, como ellos. Las brigadas zapatistas habían hecho muy bien su trabajo de adoctrinamiento.
Con el paso de los días, los niños iban perdiendo el miedo y hasta el respeto por las tropas que se encontraban “manteniendo la calma” en esa región de Chiapas. Sentados en corro, en el atrio de la iglesia, fantaseaban con heroicas hazañas militares en contra de “Chinchulines” y “ejércitos”, que los pondrían en la historia del nuevo orden en el que la pobreza y la marginación serían cosa del pasado.
- A que no te atreves, Anselmo...me cai que si la traes, te regalo mis botas de hule.
-Conste, pinche Juan, ahí’stan todos de testigos, eh?
-No vas a trair nada, Anselmo, ¿que me das tu si no trais nada?
-Si no traigo nada es por que me dieron un balazo, y entonces te puedes quedar con lo que quieras .¿Me acompañas Palemón?.
-Sí, pero yo no quiero que me den un balazo los ejércitos. Mejor hay que quedarnos.
- Yo si voy a ir, ¿me acompañas, o no...
-Vamos pues, pinche Anselmo, a ver si no hay velorio en la noche...
Anselmo y Palemón caminaron hacia el mercado, donde solían pararse los soldados, quienes incluso ya los saludaban y les sonreían al pasar. El plan era muy claro, en cuanto Anselmo la tuviera en su poder, correrían a todo lo que daban y no pararían hasta llegar al atrio.
-Mira, hay que pasar pidiéndoles dinero, y al último, al que está hasta allasote al final, ¿lo ves? A ese es al que se la voy a quitar, persígnate, Palemón.
-Y si sí nos dan dinero?
-Pos mejor!...vente....Me regala un peso?...- le dijeron al primer soldado que solo los miró con displicencia, mordiendo una ramita.
-Peso...-el segundo soldado al menos les contestó “ újule, a buen árbol se arriman, chamacos”.
-Peso, señor ejército.- No traigo, y no anden mendigando...contestó el tercero.
El cuarto y el quinto les dieron el peso deseado, y al ver que más adelante del que veían como último, todavía quedaban dos antes de tener espacio libre para correr, cambiaron de sujeto para el ansiado botín.
-Se la voy a quitar al de hasta allá, eh? No vayas a correr antes de tiempo.... ¿me regala un peso señor? Ya llevaban tres pesos, esa era ganancia no contemplada.
Por fin llegaron a donde no había mas soldados que los pudieran detener en la huída. Se acercaron a la última pareja.
-¿Nos regala un peso señor ejército?- y cuando Anselmo estaba apunto de saltar, la
providencia le sonrió. El soldado los miró sonriente y les dijo:
-No traigo dinero, ¿quieren un chicle? Y al inclinarse a ellos, con la cajita en la mano, Anselmo le arrancó la gorra y corrieron como alma que lleva el diablo, ante la mirada atónita de los soldados que no supieron que hacer.
Por supuesto que al llegar exhaustos con el preciado botín de guerra, la historia incluyó la invención ante los amigos, de una huída entre una tupida balacera y la carrera en “zig-zag” que les permitió llegar con vida.


-Ton’s que...pa’ mi cumpleaños, no?
-No ya te dije, además tu te quedaste con las botas del Juan, qué ya no te acuerdas?
-Pos sí, pero es que me gusta...
-No, mi Palemón me cae que se te ve mejor el pasamontañas que esta gorra verde con tres estrellitas, ésta mejor la seguimos guardando.

Texto agregado el 25-08-2004, y leído por 158 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-08-2004 Excelente relato: fresco, realista, concreto. Sintético y sugerente. Es decir, todo un cuento cuya lectura deleita. mariog
 
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