Hoy sigue siendo un día de mierda, como lo fue ayer y la madrugada ardiendo. Y uno debatido entre la solidaridad y la mera palabra. Tan lejos en el tiempo que se llevaron al compañero Carlos Berger y hoy regresa para ser por fin sepultado y nunca olvidado. Más de 43 años ese recuerdo ardiendo en la compañera Carmen Hertz y su familia, tan cerca de uno y tan lejos en la respuesta de cómo seguimos viviendo sin él.
Para algunos mañana la marraqueta será más crujiente y se pasean con banderas albas por la Alameda, y quizás es bueno. Otros se pasean con su rostros y cuerpos cansados de sueño acopiando alimentos, y ayuda para Valparaíso, porque decir para los damnificados de Valparaíso es discreto, cuando todavía sigue ardiendo. Primero se incendiaron los del cerro La Cruz, pero como yo era de otro cerro, no me importó, -pudiera parafrasear a Brecht- Pero los cabros de la Jota no son de ese cerro y sí les importa, y si se la juegan. Mojan la amaranto y se la juegan al 100%.
En el funeral de Berger como en otras ocasiones tristes o felices, me encuentro con amigos, antiguos comunistas que ya no lo son. Y estamos tan cerca, tan unidos en la emoción y el respeto que nos provoca el vivir -o haber vivido en el caso de ellos- esa mística, ese compromiso. Me encuentro también con colegas periodistas que no dudan en entregar su homenaje a un periodista que murió fusilado sólo por ser comunista, siendo ellos opositores a Salvador Allende y a los principios del socialismo. Y con ese colega hoy estamos tan cerca -sabiéndonos lejanos-.
Desde mi balcón se ve el atardecer en hermosos colores naranjas y rojizos, y sé que estando tan lejos no me llegan los colores ni las llamas de Valparaíso, a lo más me llega la urgencia de escribir y abrazar a quienes tengo tan lejos y sin embargo tan cerca.
Abrazos.
|