TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / epegopo / He andado muchos caminos.

[C:540356]


He querido escribir muchas veces
el poema más hermoso del mundo
desde aquellos primeros versos adolescentes
en los que le preguntaba al mar
si nuestros destinos irían entrelazados
mientras no podía entender
que su boca le pudiera parecer grande.
.
Poco antes, había frecuentado yo
ese zaguán donde, casi niño,
la desnudaba tiernamente sin quitarle la ropa.

Y llegó la primera vez
con toda la magia, con todo el misterio
de la vida resumidos
en una caricia, en un beso.

Luego empecé a ser más consciente
del mundo que me rodeaba
y empecé a preguntarme
por qué luchan los hombres,
cuándo, dónde nace el rencor.

Yo creía aún que era posible
ir matando canallas
con un cañón de ilusiones,
con un cañón de futuro.
Y es que aún guardaba la lámpara de Alí Babá
dentro de mi chistera casi infantil.

Después, poco a poco,
fueron viniendo otros tiempos,
esos en que uno pensaba
que era pobre
el cantor de estos días
que no arriesgaba su cuerda
por no arriesgar su vida.

Y llegó el mar.
No fue el Mediterráneo
jugando con mi niñez,
sino el flujo y el reflujo
de la inmensidad del Atlántico
acompasándose a mi respiración solitaria
en aquella roca de Melenara cada tarde.

Y con él volvió el amor,
otro amor, el de los hijos.
Y vuestra risa me hizo libre,
me puso alas.
Soledades me quitó,
me arrancó de esta cárcel.

Y ya ella no se llamó Yolanda
ni Penélope ni Alline,
ya no la quise a morir
ni tuve nostalgia
de lo que pudo haber sido y no fue.
Y creo que fue entonces cuando entendí
que no había nostalgia peor
que añorar lo que nunca jamás existió.
Y empecé a entrever
que no era triste la verdad,
que lo que no tenía era remedio.

Luego, fue hermoso, de nuevo, sentirse
hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado
entre los hombres.

Y me hubiera gustado entonces
poder pedirle a mi padre:
que me contara de nuevo
ese cuento tan bonito
de gendarmes y fascistas
que, sin embargo, acababa tan mal
porque debajo de los adoquines
no había arena de playa.
Pero era tarde:
ahora yo preguntaba
y mi padre
ya no contestaba.

Y todo esto me recordó otra canción
que también acababa muy mal,
acababa tan mal
que nunca jamás
la escribió el poeta.
¡Qué triste
me pareció siempre
una canción así!

Después fue duro escribir a veces
algunos versos tristes que vinieron.
Escribir, por ejemplo,
que me sentía muy solo, con ella tan cerca,
en la inmensidad de los cielos de junio,
de las tardes de mayo,
de los olores de abril, ...

Y es que a veces me he sentido solo, muy solo,
-a veces hoy aún me siento,
cuando llego a casa cansado
un poco por el día
y un poco por la vida-.
A veces me he sentido tan solo
que he escrito cosas como ésta:
“No, esta soledad fría
no me resulta tan triste como pensaba.
Sólo que... me siento solo..., solamente.
Eso es todo.”

Y ahí volvió el bálsamo
de vuestras carreras por el parque,
de los cuentos al calor de una manta
que cada noche me devolvían
a mi chistera y a mi lámpara
que ahora veía en vuestras manos.

Otras veces, sin embargo,
al oír que había muerto un hombre,
que habían muerto muchos hombres,
me quedé sin palabras.
Me quedé sin palabras
y me sentí revolviéndome en este nicho
en el que hace más de cincuenta años que me pudro.

Bueno, fueron muchas las veces
en que me quedé sin palabras
y, entonces, me las prestaron otros
y me hicieron crecer mucho
haciéndome descubrir, por ejemplo,
ese ancho mar y ese largo tiempo
que hizo falta
para que yo me llamara Jesús Mejías.

Y crecisteis,
y os tuve que decir muchas veces:
“Perdonadme, no sé deciros
nada más pero debéis comprender
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre, siempre acordaos
de lo que un día yo escribí
pensando en vosotros como ahora pienso.”

Y siguió pasando el tiempo
y te encontré;
por fin te encontré.
Y te quise libre
como el agua que salta de peña en peña,
¡Fue tan hermoso soñar
que en tu carne
pudiera yo un día
acariciar
todo eso que tú eras,
y que yo tanto quería querer!

Y me recordaste
al pan que no sabe su masa buena.

No somos perfectos, no;
no lo somos.
Pero te pareces tanto a lo que yo,
sencillamente, soñé.

Y, aunque escribimos también
los versos más tristes aquella noche,
los escribimos a lápiz
para poder rehacerlos
y poder así
seguir escribiendo sobre muchas cosas;
porque, en medio de este ir y venir
de amores y desamores que es la vida,
tenemos que seguir escribiendo
sobre muchas cosas
compañera del alma, compañera.

Jesús.

Texto agregado el 13-04-2014, y leído por 90 visitantes. (0 votos)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]