No recuerdo una noche tan frìa como èsta...
Frìa de amor, de sentimientos y el cielo, oscuro hechicero, me mira desde lejos.
Creo que el frìo extremo no es sòlo culpa del invierno, ni de la noche, más bien, viene de mi pecho.
La ciudad duerme y mi mente furiosa trabaja, recuerda, anhela...
Veo humo en las estrellas.
Me gusta esta soledad de la noche fría, pero me dà un poco de miedo, porque no me siento dueña de mis pensamientos.
Además ¿porqué perderme la posibilidad de encontrarme con mi propio cuerpo?
Vivo en él durante todo el día, durante tanto tiempo, que casi ni noto que lo tengo, pero en la noche, sobretodo en una tan fría como ésta, recuerdo que ahí está, cuando comienza a pedirme a gritos un poco de abrigo. Me pide a alguien que me cubra el alma. Me invita a estar alerta, despierta mis sentidos y puedo comenzar a escuchar más allá de lo que siempre oigo, a mirar más de lo que veo, por eso veo humo en las estrellas, esta vez.
Sola yo, con mi frío, mi pucho y mi noche, ya no sólo me deslumbro con la belleza de las brillantes flores de plata sobre un cielo oscuro, ya no sólo me produce placer fumar un cigarrillo, sino también, mirar cómo se funde su humo con las estrellas, con el frío, con la oscuridad... con mi propio cuerpo.
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