Te inscribes en el beso de despedida que nunca nombramos como tal, y en ese beso dejamos un año que fueron muchos, dejamos los minutos que fueron sumando cuerpos desnudos y un poco de dolor complacido y necesario. En un último momento pudimos vernos a los ojos sin descubrirlos y las representaciones que quisimos ver uno del otro fueron perfectas… perfectas copias de lo que solíamos ser y no supimos controlar en su metamorfosis. Y el cambio enturbio el dolor, y el dolor enturbio el beso y el beso que sirvió como ultimo nunca noto que se quedaría solo mirando como nos alejamos y volvemos a nuestras cuevas repletas de piedras oscuras y plantas sin raíces, plantas que crecen sobre el frío y esperan un abrazo, como un cielo gris que quiere dar vuelta y derretirse para encontrar la tierra.
No me preocupo por nuestro futuro, no me preocupo por mi soledad anunciada. Me preocupo por ese beso al que prometimos compañía, me preocupo por lo lejos que se ve en el fondo de un mar de canciones desdentadas y lacónicas. Me inquieto al saber que su textura nunca había cambiado cuando lo profanamos tantas veces. Me pregunto si ese beso es una ilusión de lo que era o una proyección de lo que nos espera.