Mi muy querido Baruch:
Es por este medio que me pongo en contacto, dejándote una nota para hacerte saber –una vez más– cuánto amor existe en mi corazón para compartir contigo. La distancia hace que el lazo que nos une sea aún más fuerte e indestructible. Cada kilómetro añade fuerza a este sentimiento puro y cristalino como un cuarzo rosa (sí, ese del amor).
¿Sabes? Cuando comenzamos a construirlo me cercioré que fuera tan fuerte como la línea de las hadas, para que cada eslabón significara un beso, y cada beso lo reforzara haciéndolo resistente a los embates del aburrimiento y la rutina. Aquella vez que hice el sortilegio, guardé en un frasco de fórmula láctea dos porciones, que supe me servirían en el futuro… ¡Y ese futuro eres tú! Por eso usé mi cuchara hecha de vapor de los aros de Saturno para revolverlas con canciones de luna para ti (bendigo al delfín que me dio la receta).
No sé si debas saberlo, pero me fui lejos, con los lobos, para que me enseñaran a aullar su canción. Pasé muchas pruebas, bajé al abismo, le hice poemas a varios inútiles que no supieron apreciarlos, pero que me dejaron, cada uno de ellos, suficientes ingredientes para que esta vez todo salga bien.
Te preguntarás cuál es la línea de las hadas. Bueno, pues resulta que nosotras tenemos la misión de proteger a ángeles como tú, que aún no han despertado de su tristeza y su letargo. Hay muchos que aún no se dan cuenta de todo su poder y su valor. He ahí que nosotras –las hermosas hadezuelas– tenemos la misión de cuidar sus corazones, acariciándolos y haciéndolos dormir, pero también prendiéndoles el fuego de la pasión desbordante, para que no olviden lo que es estar vivos.
Pero hay ocasiones en la que las almas en la tierra sufren demasiado… Y nosotras tenemos que hacer una línea protectora y nos vamos formando en el cielo. Los dioses juntan polvos cósmicos y cascaritas de estrellas. Y cada hada debe sacrificarse uniéndose a la línea, incendiándose y uniendo su luz al lazo protector. Es por eso que a veces ves en el cielo una línea blanca y gruesa de nubes, porque las hadas te están protegiendo del sufrimiento.
Ese dolor que experimentan las traslada a un plano mejor, desde donde pueden renacer en arcángeles o en animales sagrados que te acompañarán en tu vida. Otras escogen ser la figura de las paredes y esperar a que alguien las descubra y pueda regresar a su esencia.
No debería, pero te cuento todo esto –aunque sé que no entenderás nada– porque si un día me toca unirme a la línea de las hadas para protegerte, quiero que sepas que lo haré con mucho amor, esperando que me reconozcas en los pájaros, en las nubes, en alguna flor de color celeste o en la estrella lejana ala que le rezas antes de dormir.
Como sé que de todos modos no entenderás ni jota, entonces te diré únicamente que te quiero mucho, más que a nada en el mundo. Que la cena te quedó deliciosa. Que tu desayuno está en la mesa, listo para cuando despiertes, que planché la ropa que lavaste anoche, que nuestro gato ya comió. Y que me esperes en la noche, para unir nuestros cuerpos bajo la más dulce de las sábanas que nos puede cubrir: la de la luna.
¡Te amo, mi Baruch!
Astridcomet
|