Es profundo el orificio de la ausencia
Infinita la luz de la esperanza
Eterno el relámpago del tiempo
Verde el aleteo de las mariposas

Somos polvo inalterado
El espejo del destello
El horizonte del atardecer
El albor de las estrellas
La suavidad de las caricias

Es perfecto el espasmo de la alegría
El canto de los árboles
La oscuridad del silencio
La felicidad de la música

Somos la turbulencia de las olas
El olor del vino y las mandarinas
El verde del campo húmedo al amanecer
El zumbido de los colibríes

Es azul el color de los recuerdos
Asciende la niebla entre el espeso bosque
Reflejo del presente intangible, inexistente
Eco del pensamiento del hombre que permanece

Somos la intermitencia de las luciérnagas
La fantasía de las sirenas
La sombra de las velas sobre el lienzo
La abstracción de las ideas

Es efímero el abrazo lento
Inagotable el deseo de la montaña amada
Persistente el latir de la felicidad
Infinito el don de volar

Somos nubarrones borrascosos
Dispersos cachorros inocentes
Juguetes del azar
Actores sin reparto pero con libertad

Es perfecto el destino
Corre sin prisa el adivino
El descenso suele verse impredecible
Orión oculto enaltece el rumbo del camino

Somos el verano de los girasoles
El resplandor de la hoguera
El viento tibio de la piel serena
El cuerpo esbelto de las astromelias

Es humilde el grano de arena
Pretencioso el niño alegre
Inocente el elefante
Fugaz el sabor de tu boca detrás mío

Fuimos, somos y seremos río
Hay penumbras de tranquilidad
Soledades que traen la calma y alteridad
Y realidades que siempre se pueden transformar