Me gustaría mordisquear las palabras
como si fueran capuchones de bolígrafos;
seccionar apéndices inútiles
a dentelladas, y ver
como se retuercen en silencio.

Quizás algún día se vengarían por ello,
dejándome desnudo ante el mostrador
de un comercio atiborrado, o al final de una línea
impaciente.

La esencia de una persona se define
con el leve temblor de la misma,
en una noche nítida de un frío estival.

Así, la esencia de las palabras
es amortiguar los sentimientos,
cuando se caen al vacío
de una piscina inerte.

Las sílabas son las mayas de seguridad de los payasos desdentados, aguardentosos
imbuidos taciturnos, chocando unos con otros.

Querría mordisquear las palabras,
sensualmente, bajo las ascuas de una danza
para ver como se erizan los pelillos del papel,
o las vibraciones del viento al pronunciarlas.
Pero están demasiado sobadas, como una muñeca
blanca gastada con pústulas de lepra.

Quizás por eso también se vengarían.
Quizás se venguen por esto.