LA RUTINA, LA PEREZA Y LA CULPA EN LOS ESPACIOS ANTROPOLOGICOS

Una muchedumbre spectral vesitda de blanco forma un circulo en torno de la casa jubilosamente iluminada; algunos de sus components se apartaran de vez en cuando y vagarán entre los árboles. A veces no descenderá el sueño sobre la aldea hasta bien pasada la medianoche; por último, queda solo el melodioso tronar del arrecife y el susurro de los amantes, mientras la aldea desacansa hasta el amanecer. Adolescencia, sexo y cultura en Samoa de Margaret Mead, 1928.


En qué piensas te habrán dicho alguna vez-respecto a ti o quizá en referencia al gato, perro o vaca que mira absorto desde una profundidad ocular que no revela, sin embargo, absolutamente nada.

Y la verdad es que ni los seres humanos solemos ser capaces de contestar a esta pregunta cuando se nos la hace.

No obstante, jamás se hace mención en los libros de ciencia y biología de esta inversión de tiempo metabólico vital del mamífero de naturaleza indefinida, no aparentemente destinada al procurar alimento ni a la cópula ni al descanso:

¿Cómo es que el paso del tiempo vital de los seres vivos y mamíferos-en su faceta de reposo que no se sea sin embargo tal en el sentido de sueño, ni ligero ni tampoco profundo-no tiene siquiera apenas mención cuando se nos transmite una comprensión científica occidental de la vida animal mamífera sobre la tierra?

Y lo cierto es que tampoco otras narrativas existenciales-antropológicas de tipo religioso permiten casi nunca que abordemos la comprensión del tiempo libre-o más bien muerto que decimos-sobre todo cuando se entiende como dejadez y pereza:

No hay nada tan execrable para la religiones- y para las culturas humanas en general-que la pereza o desidia.

¿Por qué?

La rutina como vestimenta vital cotidiana y bien ceñida-digamos-al cuerpo, reconforta dulcemente respecto de una especie de pánico vital para con los mamíferos-los gatos, perros, seres humanos y ovejas, por ejemplo;

Y reconfortan igualmente-pero no necesariamente en exclusivo a los seres humanos-las delimitaciones como limites morales y éticas más bien colectivas del individuo respecto a los demás.

Y es la lógica de la culpa en sí lo que activa finalmente como maná-como chupete-que entibia y relaja el organismo más o menos cognoscente ante el ardor existencial y particularmente respecto a eso de la singularidad del individuo ante la tesitura-desagradable y dolorosa-de ser como afirmación de sí mismo e individual:

Tanto que el trance, para muchos y muy a menudo, ha de ser evitado-o toda costa y como monstruosidad.

Y es la culpa que actúa como compensación correctora-rectora-finalmente respecto al exceso-siempre atroz y percibido siempre como algo espantoso y mortificante-de los impulsos naturales de cada persona.

Pues esto de ser cada uno efectivamente cada uno, cuesta en el sentido aquí esbozado:

Cuesta sobremanera porque muchas veces y en inumerables momentos la individualidad respecto a esto de sobrellevar el concocimiento de la naturaleza verdadera del indivuduo es en realidad percibido mas bien como amenaza verdadermante mortífera por nuestra parte.

Tanto es así que muchas personas renuncian incluso a ella-a la misma individualidad, al menos como efectiva intelectualización como conocimiento de lo mismo, de uno (una) mismo.

De esto se sigue nuestra natural tendencia a quedarnos contentos y satisfechos-esto es, bien pagados-de un estado en este sentido ignorante, infravital y verdaderamente perruno porque es más fácil (más cómodo), naturalmente:

https://www.youtube.com/watch?v=B8ISzf2pryI

_________
SK


.