Cada vez que recuerdo aquel horizonte verde,
El suelo arcilloso que pisaba y levantaba un polvo rojizo;
Un cimbreante camino al lomo de la bestia que espantaba
Con su cola los bichos que dejaban en ella estelas de sangre,
E impasible esquivaba los canales llenos de agua de los arrozales
Mientras apurábamos la marcha mi hermano y yo.
Atravesamos a cada lado bosques de algarrobos y tamarindos,
Estos mezclaban sus aromas perfumando el campo,
Los árboles de mango cual colosos nos observaban
Con sus ramas abiertas esperando regalarnos sus frutos,
Más adentro nuestros pies se hundían en la tierra húmeda
Y nos aliviaban en parte el andar y el calor del lejano trayecto,
Cuantas veces traje a mi memoria vestigios distantes
Antiguas reminiscencias de pródiga e infantil ventura
De caminos recorridos como queriendo acelerar la vida,
Ese olor a tierra y malva que atenuaban aquel hostil clima
Dejaron en mí una impronta de imborrable añoranza
Y cuando evoco aquellos felices momentos, ágil mi mente,
Vuela a aquellos parajes y vuelvo a ser niño…