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Despierto cada mañana con la brisa tibia que acaricia los pastizales. El campo es mi hogar desde que tengo memoria. Fue testigo silencioso de mis primeros pasos torpes, de mis días de juego bajo el sol y de incontables amaneceres que pintaban el cielo con colores que jamás podré olvidar.

Abro los ojos y respiro hondo. El aroma del pasto húmedo se mezcla con el canto de los pájaros y el murmullo del viento que agita las flores todavía adormecidas. Las mariposas empiezan su baile ritual mientras las luciérnagas, en las noches cálidas, iluminan el campo como un cielo invertido. A veces confundo sus luces con estrellas caídas.

Todas las mañanas, el granjero se acerca con su vieja silla de madera. La apoya junto a mí, con la misma paciencia y ternura de siempre, y mientras extrae mi leche canta una melodía casi siempre distinta, a media voz, como si solo yo pudiera escucharlo. A veces trae a sus nietos, que le hacen preguntas y ríen imaginando los dulces y los quesos que preparará. Yo apenas entiendo esas cosas; el pasto es suficiente para mí y la simpleza de mi vida me bastaba… hasta hace un tiempo.

Porque lo confieso: la rutina me empezó a pesar. Comer, pastar, dormir, dar leche… repetir. Sentía que algo dentro de mí pedía más.
¿Habrá vida más allá de este horizonte?
¿Qué existe en el lugar donde el sol se esconde cada tarde?
Cada noche le rogaba a las estrellas que cambiaran mi destino. Y una noche, escucharon.

Mi leche ya no era la de antes, y el granjero dejó de venir con su silla. Sus pasos desaparecieron de mis mañanas. Hasta que un día llegó un camión grande y ruidoso. Me llevaron junto a otras como yo, apretadas y temblorosas. Pero yo estaba emocionada: ¡por fin conocería nuevos mundos! Soñaba con bosques desconocidos, ciudades brillantes, mares interminables. El viaje fue largo y áspero, pero yo seguía imaginando maravillas.

Llegamos de noche. El lugar olía a hierro y humedad. Había enormes construcciones de ladrillo y máquinas que jamás había visto. Personas vestidas de blanco se movían rápido, como hormigas inquietas. Nos hicieron avanzar en fila por un pasillo estrecho y oscuro. Cada paso alejaba más el aroma de mi campo, y en mi pecho apareció una inquietud que no pude nombrar.
“Qué desconsiderados,” pensé, “¿no ven que estamos agotadas?”

Pero no quería arrepentirme. Era mi oportunidad.
Tenía que serlo.

Al final del túnel, el piso desapareció bajo mis patas y caí por un tobogán metálico. Me recibió un hombre vestido de blanco, con un enorme martillo en las manos. Por un instante, ingenua, sonreí:
Qué gracioso se ve así vestido.

Y entonces… nada.

Oscuridad absoluta.
Silencio.
Soledad.

Busqué a mis compañeras. A los hombres de blanco. A cualquiera. No había nadie.

Una luz minúscula apareció a lo lejos, como una luciérnaga perdida. Caminé torpemente hacia ella. A cada paso, la luz crecía, se agrandaba, me envolvía hasta enceguecerme. De pronto escuché voces, llantos. Y sentí frío. Y sentí dolor. Y sentí… un cuerpo distinto.

Abrí los ojos, borrosos.
Vi a un hombre vestido de blanco, pero no era el mismo: este sonreía con los ojos brillantes.
Vi dos manos diminutas.
Dos piernas pequeñas.
Mi voz salió en un llanto desgarrado.

Una mujer recostada lloró de felicidad al verme.
—Avril —susurró—. Su nombre es Avril.

Quise gritar que estaban confundidos, que mi nombre nunca fue ese… y entonces lo entendí: nunca tuve nombre.
Avril.
Era hermoso. ¿Por qué no aceptarlo?

Me acercaron a ella y, sin comprender cómo, comencé a tomar leche. Yo, tomando leche. Nunca imaginé que la vida pudiera tener un giro tan inesperado.

Pasaron los días, los meses, los años. Crecí entre humanos, aprendiendo su lengua, sus costumbres y sus luces y sombras. Descubrí que son seres capaces de crear maravillas… y también de cometer atrocidades con el mundo, con los animales y con ellos mismos.

Yo elegí la calma. La brisa de la mañana. El perfume de las flores. El baile de las mariposas bajo el sol.
Nunca probé carne: soy vegetariana.
Soy reservada. ¿Para qué contarlo?
¿Quién podría creerme?

Después de todo…

Yo soy una vaca.

Texto agregado el 08-04-2014, y leído por 374 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
16-04-2021 Texto vegano. Lastima que la vaca encarno en un carnívoro. Buen texto. ggg
05-05-2014 muy buena historia pense que iba para otro lado vicanto
 
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