No me refiero a las personas que les quitan la vida física a otras. Esa, definitivamente es una forma de cargar muertos. Sin embargo hay otras, que son más comunes y nos atañen a todos. No sólo debemos referirnos a los humanos sino también a los animales; ellos, con o sin alma, sufren igual que nosotros; de hecho por eso no creo en el alma (después de la muerte), porque ella no sufre. En mi caso, pasé muchos años de mi vida sin poder ver la atrocidad que cometía cuando comía animales; hasta hace poco me he vuelto vegano. Sin embargo, mi consciencia me acusa por todas las veces que comí animales; ellos son unos de los muertos que llevo en mi memoria.
También llevan difuntos en su mente; los que trajeron hijos a este mundo. Ellos, los padres; sienten el tormento de ser culpables del deceso de sus propios vástagos; además se quieren morir antes que sus descendientes abandonándonos. Creo que también la verdadera moral les dice que una manera de pagar por el mal hecho dando vida, es ver que los hijos los vean fallecer.
De manera general cargamos los innumerables seres que han fallecido; la cuenta de humanos va en más de cien billones, eso creo. Y en animales, ni se diga; son muchos más billones comparados con los bípedos. Todos esos seres que han fallecido nos empujan hacia su estado; yo lo percibo como que nos están invitando a que nos unamos a ellos. Saber que nadie ha sido capaz de vencer a la parca, nos guía en un camino en el que, muy seguramente, alguna vez querremos morir para saber qué trascendencia hay tras ese hecho.
Posteriormente, hay otros tipos de muertos que tenemos en nuestra memoria. Son las personas de las que tenemos algún tipo de conocimiento acerca de la forma en la que murieron. Puede ser los que salen en las noticias por televisión o internet; o los que leemos en los periódicos, entre otros. Cuando uno piensa en ese tipo de occisos, uno pueda imaginar lo que sintieron en los momentos precedentes a la defunción; y eso, por lo menos a mí, me llena de una gran tristeza. En este punto, pienso en los que mueren por un terremoto, un volcán o un tsunami; siendo estos algunos de los ejemplos de la sádica naturaleza que nos rodea. O simplemente podemos leer las estadísticas de los fallecidos; por enfermedades, accidentes o los que son víctimas de algún criminal.
Por último, están los que más nos tocan, los que nos producen mayor depresión; son aquellos seres muy cercanos que han fallecido. Pueden ser familiares, amigos, conocidos y/o mascotas. Desde mi perspectiva, estos son los que más nos invitan a que nos reunamos con ellos. Cada día que pasa, sumamos nombres en nuestro catálogo imaginario, en el cual vamos sumando uno a uno, cada ser que se nos ha muerto. Al principio, pueden ser unos cuántos, luego decenas, después centenas y si llegamos a ser muy longevos, quizás miles. De esta manera, la vida se va haciendo cada día más difícil, hasta que finalmente nos incorporamos a ellos.
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