Te encontré impetuoso, ardiente tu boca de fuego desbordando amor. Te anhele como un almendro acariciado por el viento azul, como un sol naciente entre cristales de fuego de risa bravía. Me sedujo tu voz, tu aliento, tu pecho, tus manos, tus ojos. Te sentí vibrar junto a mi piel como una hoja ceca, roja y cruel. Me despedí sin sentirte llorar, sé que tus lagrimas derramadas se disolvieron sobre el polvo de tus huesos junto a las piedras. MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI.
Texto agregado el 08-04-2014, y leído por 310 visitantes. (6 votos)