Inicio / Cuenteros Locales / carampaima / LOS NUDOS DE LA ATARRAYA
Una atarraya tiene muchos nudos. ¿Se pueden imaginar a un hombre en medio de la noche alumbrando con una vela para deshacer esa cantidad de nudos?-decía el caminante en la tertulia de la tienda de Benjamín Agraz. Es exactamente lo que sucede cuando visitas al sicoanalista o al sicólogo. El tratará de encontrar todos los nudos que te atan y tratará de soltarlos. Todos ustedes saben los difícil del asunto y que casi siempre termina en nada. Voy a mostrar tres caminos seguidos por diferentes tradiciones culturales para resolver ese tipo de problemas. Lo curioso es que ninguna de las tradiciones a que me refiero se entrampa en diagnósticos. Simplemente al grano .
Conducen a un loco a un monasterio zen porque creen que allí lo pueden curar. Imaginan que lo someterán a procedimientos muy secretos, sabios y especiales porque hay el antecedente que allí curan locos. Los monjes lo reciben y lo conducen a una habitación cómoda de donde no puede fugarse. Lo confinan y le suministran la comida pero nadie le habla ni lo visitan al mes se lo entregan a la familia y ya el individuo está centrado y la familia nota el cambio y dicen que está curado.
En la selva los indígenas chamanes en sus viajes con enteogenos determinan que arboles se ven más luminosos y a esos árboles le llaman arboles de poder. Refieren que mientras un árbol corriente tiene una luminosidad circunvecina hay otros que resplandecen y abarcan grandes extensiones. Ellos dicen que hasta donde se extienda la luminosidad hasta allí es la jurisdicción del árbol. Todo lo que esté sobre sus ramas el árbol lo considera suyo y tenderá a curarlo. Lo que esté en el suelo puede ser atacado. Por ello no duermen ni hacen viviendas en la raíz de esos árboles. En un árbol de poder hacen una casa y allí confinan a un loco y lo obligan a permanecer varios días sin más que suministrarle comida y que haga sus necesidades biológicas sin apearse. Cuando deciden bajarlo se ha curado del Shundu como le llaman a la locura.
Conocí a un hombre que practicaba una tradición de la que no hacía mucha referencia. El decía que todo hombre vive en una cárcel construida de barrotes mentales y atados con nudos como los de una atarraya. Que el hombre, sin advertirlo, la va construyendo hasta que ya no puede salir de ella. Que algunos se sienten tan impotentes que se suicidan. Que es una tarea imposible determinar que hay en cada historia personal para deshacer semejante entuerto. Señalaba una vía regia para desandar el camino perdido.
Hacer, sin hacer, decía. Le indicaba al individuo que se dedicara a romper todos los esquemas de la costumbre. Debía peinarse con la mano izquierda, levantarse por el testero de la cama. Caminar con zapatos cambiados, ir al trabajo por una ruta que fuera distinta, que se levantara a una hora distinta, que comiera cosas distintas, que fuera al sauna, tirara todo el dinero de sus bolsillos a la calle y pasara todo el día sin dinero, es decir, como si fuese un actor del teatro de Ionescu.Que durante dos meses se dedicara a diseñar a ejecutar actos inusuales y al cabo de ese tiempo vería como muchos de los problemas habrían desaparecido sin siquiera proponérselo.
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Texto agregado el 05-04-2014, y leído por 239
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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06-04-2014 |
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MUY INTERESANTE NARRACIÓN.
trito |
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05-04-2014 |
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Interesante teoría.Voy a estar muy pendiente de un amigo que también la leyó,para cuando empiece a tirar la plata,esté yo presente.UN ABRAZO. GAFER |
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