Hoy duele mi país.
Llora sangre y agoniza en escencia y estructura.
Un anciano herido. Un niño en el suelo. El llanto de una madre. En la impotencia de sus lágrimas y el dolor de sus rodillas manchadas de rojo y tierra se puede escuchar el eco sordo de un grito pidiendo paz.
El panorama es tan claro como doloroso.
Un estruendo. Gritos ahogados y dinamita. El ronco sonido de cien motos que cruzan una calle. Unos pocos segundos de silencio. Una lluvia de proyectiles como piedras, maderas y pedazos de asfalto ya venido a menos. Los detractores del gobierno, autodenominados "hijos del pueblo" - ¡Cojudos!- corren ocultando sus caras detrás de trapos viejos; respirando su propiio fétido aliento. Bastardos de la sociedad y amos del caos.
Un pañuelo blanco cae lentamente cortando el aire desde el último piso de un edificio pintado con aerosoles. Llega al suelo y es pisado una y otra vez por los sucios pies de una tropa de animales en desenfrenada carrera sin motivo real ni destino.
Las armas de fuego intentan ahora dispersar la multitud entre una nube densa de gas que provoca ardores en el rostro.
Las balas impactan en las paredes y acaso en uno que otro cuerpo que queda entonces separado del bullicioso grupo.
Los caballos de metal lo alcanzan. Lo ignoran.
Este se arrastra gritando hasta el umbral de una puerta al otro lado de la calle. La puerta se abre y deja ver dos ancianas manos que intentan deseperadamente alcanzar ese cuerpo herido, para arrastrarlo dentro.
Se escuchan sirenas. Por uno y otro lado.
Las motos policiales han logrado despejar la multitud. La ha dispersado como un fuerte viento lo haría con un puñadito de arena. Y a lo lejos, yacen dos cuerpos sin movimiento en medio de la calle.
"Están desmayados. Por el gas." - Eso creo. Eso espero -.
Medito, hasta la náusea, las cuítas del comportamiento humano. Y lo detesto. Y lo maldigo.
Contemplo el panorama... Me ahogo en rabia.
No disfruto la aparente calma; estos momentos de silencio no son mas que paz hipócrita.
Es imposible contener las lágrimas, y se derraman solas lavándome la cara. El pecho oprime con fuerza mis pulmones y juro que aunque estos revienten, cientos, a lo lejos, me van a escuchar...
¡ QUE NOS PASA HERMANOS...! ¿ ACASO NO SOMOS TODOS BOLIVIANOS?... ¡QUE MIERDA NOS PASA!


(A la memoria de los caídos, cualquiera haya sido ru raza, religión, o color político.)