El primer contacto que tuve con el termino "suicidio" fue de muy jóven, en primeros años de primaria cuando un señor de avanzada edad, que toda la vida trabajó en fincas de ganado, terminó con su vida a mano propia, "Se suicidó Don Geiner" comentaban las calles de piedras de aquel pueblo que permanecía en silencio una mañana de marzo, y que para mi suerte no ha cambiado mucho, ¿Las razones? No las tengo en la memoria, pero el modus operandi siempre es el que todo mundo sabe y/o pregunta desde ese morbo curioso de primera plana de periodico dominical barato, Don Geiner decidió tener su propia maquina de muerte artesanal, y en un lugar en donde marcaban al ganado, algo así como un encierro con dos horcones por donde el ganado sacaba la cabeza, decidió aflojar una de las vigas de madera lo que le partió el cuello en varias partes, en un grotesco y hediondo espectaculo que era mejor mirar de lejos. Eso era suicidarse, yo a mi corta edad le dije a mi papá "Yo nunca me suicidaría, yo voy a morir de viejito" y mi papá me felicitaba, porque claro, nadie quiere que un ser querido se mate. Una vez en otros tiempos, mientras me revolcaba entre las piernas de un dulce jóven de ciudad le pregunté "¿Por qué la puerta a la azotea está cerrada?" mi inocencia campirana entre el entorno fugáz de la ciudad no me dejaba entender que entre papeles de oficina y llamadas airosas dejaban un portillo al suicidio desde el sexto piso por donde ya había desfilado la muerte de una mujer. Pero la vida pasó con sus alegrías y decepciones, eso de matarse sonaba mejor a otro día laboral, pero ¿Cómo matarse? Yo siempre pensaba "Hay que hacerlo con estilo, ojalá subirse a un edificio público, y parar el transito por horas, para dejar buen video y joder las aburridas vidas del resto despidiendo la mia". Pero una piensa luego, que una no es muy diestra en... Bueno, en casi nada, así que, en el peor de los casos una la caga, y queda peor, medio viva y hecha una desgracia, entonces el harakiri se va posponiendo, el puente para lanzarse se mantiene en la imaginación, las cartas de suicidio se descartan no por el motivo, sino porque están tan desactualizadas que las cosas que se heredan ya no existen o se perdieron, se me termina drenando el tiempo, se me va la vida pensando en matarme, hasta que la vida me clausure por sí misma dejandome en un suspiro: "¡Mierda! Me hubiese matado antes" |