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Quisiera aprovechar estas líneas, en primera instancia, para presentarme formalmente a esta comunidad de escritores y lectores en la que espero ser bien recibido; y, en segunda instancia, para agradecer a aquellos con quienes tuve el placer de compartir cada una de las aventuras de las cuales se inspiraron las siguientes narraciones, y en especial a Juan quien ha sido protagonista de más de una de estas historias.
Los domingos:
Debo informarles que el papel que desempeño en estas historias es mas como observador que como protagonista, dado que en más de una ocasión mi presencia en los acontecimientos resulta irrelevante o solo me veo implicado en parte de la historia, echa esta aclaración creo que es necesario comenzar el relato de las aventuras infantiles en las que forme parte por el primer suceso de importancia que recuerdo el de la casa de la señora Peralta.
La señora Peralta era la mujer que aparecía en las pesadillas de todos los chicos que vivíamos en el barrio, era la bruja, la loca, o como quiera que se nos ocurriese decirle a los niños que la conocíamos. La pura verdad es que la señora Peralta era simplemente una anciana solterona que no quería relacionarse con los niños que no le permitíamos dormir la siesta.
Como es de esperar la casa de la bruja era el lugar más aterrador que podía imaginarse, una casa llena de maldiciones y embrujos en todas partes y construida con el propósito de asustar a los niños. Y dicha casa estaba ubicada detrás de uno de los arcos de la plaza en la que todos los domingos, al volver de la iglesia, todos los niños nos juntábamos para jugar.
Ese domingo, en el cual yo y mi primo Juan aun teníamos 9 y los demás chicos ya avían cumplió los 10 (hecho fundamental para el transcurso de los hechos), fue el domingo en que por primera vez en la historia, según nos contaban los niños más imaginativos, en la que la pelota paso, no solo por sobre el arco, sino también por sobre la pared que separaba el patio delantero del patio trasero de la señora Peralta. Según decidieron los chicos los de menor edad debíamos adentrarnos a recuperar una pelota que ni siquiera aviamos tocado, pero dos chiquillos de 9 no podíamos enfrentarnos a las decisiones de un grupo de niños de 10.
Juan, más valiente que yo saltaría primero la pared que separaba la vereda del lugar más aterrador del mundo. Recuerdo su cara envalentonada al momento e saltar asía el otro lado y la cara de admiración de los demás niños. Luego me ayudaron a entrar, personalmente no recuero haber estado más nervioso en toda mi vida.
Al ingresar en tan aterrador lugar mi sobresalto no podría haber sido mayor, que al encontrar a Juan en el suelo intentando marcar con un palo los lugares a los que no podía acceder el perro encadenado, con mi ayuda descubrimos que podíamos pasar asía el otro patio, pero solo si uno de nosotros se quedaba del otro lado para sostener una especie de escalera que armamos con palos y baldes. Al ser Juan el más valiente e nosotros dos se precipito sin pensarlo sobre la escalera y salto asía el otro lado de la pared.
Al rato volvió y me pidió que lo ayude a trepar de regreso con la soga que teníamos de este lado del patio, al volver esto fue lo que dijo: Marco nunca me hagas volver aquí, si quieren que vuelva diles que no puedo hacerlo o estaré maldito de por vida, y si quisiera volver no me lo permitas jamás”

Texto agregado el 01-04-2014, y leído por 61 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-04-2014 Me parece interesante Rmaria
 
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