La calle se desnuda oblicua
para todo aquel que sepa bajarla;
Se adoquina deseosa de pasos inversos
y mima orgullosa a unas pocas plantas.
Es su universo de huellas -dice-:
Un río.
Su caudal eterno de vidas pasadas.

La calle se desnuda mohína
de paredes hoy dudosas y agrietadas;
Se veda de antiguos oropeles y alhajas
para pintarse en la cara un invierno cetrino:
Lágrimas de escarcha, por un farol vecino
que a cada alba - el pobre viejo - se le apaga.

La calle se desnuda a veces sin prisa,
-pero eternamente sin pausa -,
para todo aquel que sepa andarla.
Borrachos sin destino le gritan,
putas y muchachos la embargan.
Y ella se deja teñir - pasiva -
los flacos muros con letras gruesas,
para decirles lo que no sabe con palabras.

La calle se desnuda de casas y avenidas
- por el día -
y se trasmuta en campo abierto de almas;
Más tarde, plagia de oscura noche sus esquinas,
silba la canción del aire en sus cortinas
y se inventa el cielo en sus ventanas:
La calle solo se cierra de puertas cuando todos callan.

La calle se desnuda, del todo, y ¡escucha!
aunque ya es vieja, es sorda y desvencijada;
Está atenta…
Siempre habrá un perdido que declare de su vida
otra vida, y en vez de volver se despida;
Y la hará llorar con su última pisada.