Me despedí, y en el siguiente minuto, desprendí, de mis sentimientos. Los guarde en lo más profundo de una mochila, uno a uno, a medida que los iba sintiendo.
Amor, rencor, ilusión, desesperación, y en el fondo, dándole equilibrio a la prolongada pila: la decepción.
Lo que nunca pude hacer, es desprenderme de la mochila... A cada lado que vaya, en cada situación que me encontrara, ella estaba ahí, ejerciendo peso... Tirándome abajo.
Si a este relato un final no le pude dar, es porque seguramente, en el bolsillo de la esquina, se encuentra el dolor de las despedidas. Los finales, son despedidas, las despedidas... conducen al dolor.
Cerrando mi mochila, me despido, sólo quería recordar cómo era la pasión, archivada justo por encima de la decepción.
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