Carlos nació en una familia pobre, de muchos hijos. A sus padres sólo les faltó un letrero en la entrada de su casa que dijera “se hacen niños”; tuvieron todos los que pudieron, bajo el pretexto de la bendición de Dios. Sus navidades tenían un ingrediente especial, la mamá les preparaba hayacas y esto creaba un ambiente de alegría en el hogar de ellos. Siempre fue bueno para el fútbol, en el colegio se destacó pues fue el goleador del torneo que se hizo en su escuela cuando estaba en quinto de primaria; era conocido por liftar muy bien el balón. Fue un estudiante destacado, sus planchazos siempre fueron menores, siempre fue un alumno que sobresalió en su responsabilidad estudiantil.
Le gustaba ir con su padre a pescar utilizando un atlatl, ese fue su pasatiempo los dos últimos dos años de su educación media. Tenía una filia especial por los videojuegos; con mucho esfuerzo sus padres le compraron las últimas consolas de su generación. Lo que si no pudo hacer es comprar los videojuegos originales porque son muy caros, los conseguía a un precio irrisorio en centros comerciales autorizados. Nunca fue un llorica, siempre supo contener sus emociones y sólo sus progenitores lo vieron llorando en algunas ocasiones. Cuando era chico y lo llevaban a un parque le gustaba ojalar la tierra, luego ponía palos de lado a lado, haciéndose una idea del acueducto y el alcantarillado. Por un tiempo, quiso estudiar ingeniería civil.
Varias veces su mamá le dio varias sopapinas, porque según ella, de esa manera educaba bien a sus hijos. Ella también tenía otro hábito, el cual era considerar maravilloso todo lo que salía de su matriz. Cuando Carlos se graduó de la escuela, resultó apto para ir a la guerra, pues en ese tiempo, había un conflicto armado en su nación. Sus ascendientes le dijeron, que Diosito quería que él sirviera en la guerra, y que sería considerado un héroe nacional. Su progenitora le dijo que si no se presentaba al ejército lo iba a considerar un holgazán y que además lo considerarían un rebelde y lo llevarían a la cárcel. De esta manera, Carlos no tuvo otra opción que tomar un fusil y dirigirse a la selva de su país a ser partícipe de la confrontación bélica.
Estuvo en un entrenamiento aproximadamente tres meses y finalmente fue llevado al campo de batalla. Le pusieron un traje camuflado que cubría todo su cuerpo para tratar de no ser visto por el enemigo, botas pantaneras y un casco de hierro. Fue dejado con un grupo de catorce soldados más. Tenían que inmiscuirse en el bosque para buscar la guarida de sus adversarios. Luego de una corta búsqueda escucharon unos pasos a lo lejos, se agacharon y empezaron a disparar. Las balas iban de un lado a otro sin parar. Hasta que uno de los oponentes se ubicó correctamente y logró dar en el blanco, una bala entró en el cuerpo de Carlos, su grito fue indecible, dijo todas las groserías que se sabía y eso no lo ayudó a amilanar su dolor, dos compañeros vinieron a auxiliarlo, pero no tenían conocimientos de medicina.
Carlos no paraba de gritar y gemir, sus colegas estaban llorosos. La escena no fue como las de las películas en las que las personas mueren cerrando sus ojos descansando. Fueron innumerables sus chillidos. Carlos se sintió completamente solo en su muerte, nadie vino a ayudarlo; ni sus padres, ni las divinidades, ni los científicos, ni el universo, ni los que defienden la vida, nadie, absolutamente nadie, lo ayudó. En medio de una espantosa agonía, Carlos se preguntó qué había hecho mal en la vida y no halló respuesta, ese era su destino, y sólo se hubiera podido evitar si no hubiera sido parido. Agonizando, quiso ser como un número primo que tiene elementos en común, pero no, él se sintió completamente solo en su muerte, pagando por culpa de sus padres. Luego de conocer la noticia, sus padres decidieron tener más hijos.
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