LEGIÓN
¿Y qué si en mi mano un rayo
se apareciera al chasquear de dedos?
Si fuesen los huracanes
y terremotos mi vil capricho.
Y al mando yo esté de pinos
que se levanten como soldados,
hasta los dientes armados
sobre un enjambre pardo de bichos.
¡Te juro que cual gallina
se eriza toda mi piel humana,
las noches en que el delirio
fórjame el porte de estos gigantes!
Pues yo he de pensarlos vivos,
como exhumados de la hojarasca,
ciñéndose la armadura,
verde pinar en legión andante.
Sería quizás el magma
reborbotante, su combustible.
La sabia de los follajes
en gota de ámbar, su nutre-venas.
Ya pienso a las cortaderias,
como en un alto y viril penacho,
y pinto cien mil abejas
pues veo al yelmo como en colmena.
La gola, un collar de barcos
atravesados por las troneras.
El peto, diamante puro.
Brazal y greba de corindones.
Un solo volcán titánico
haciendo alarde como cimera;
un solo escudo tallado,
cual almazuela de caparazones.
Carámbano inderretible,
a imitar de lanza lleven mis bestias,
cuadradas placas de tierra
fórmenle, al vuelo, ristre y volante.
Bruñido el oro preciado
de los quijotes entre sus piernas,
raíces humedecidas
sobrada en frías algas, su escarpe.
Entonces cuando por fin
con mi voluntad los moldee a todos,
haría tronar mis dedos
del mismo modo que en un principio.
Gritando: “¡Adelante recios
soldados míos, piedad no tengan!”
En rumbo hacia la batalla
contra un ejército de eucaliptos.
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