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La sombra de dos personas se reflejaba en los peldaños de los tantas, infinitas e interminables escaleras, diferenciándose una sombra de la otra por ser una de ellas grande y robusta, y la otra delgada y pequeña. Un hombre y un niño que bajaban sin dudar a paso firme y certero, combinando agilidad y rapidez acercándose al centro de una ciudad que confunde la poesía con la bohemia, que entre laza lo antiguo, con lo moderno, y que al llegar a la calle principal de Valparaíso y caminar por una feria llena de poesía y recuerdo, este se enreda entre los ruidos de buses y de autos, el sonar de zapatos y el murmullo incontenible de la gente y su conversación
El hombre mayor, se inclino en uno de los tantos puestos mirando fijamente como si hubiese perdido algo, poso su mirada en un pájaro. Pregunto el precio, saco su billetera de cuero y pago simplemente en silencio sin contar el dinero, mirando solamente al pájaro.
Al abrir la jaula, el pájaro se asusto. No quería salir, era como si pensara que la libertad que algún día tuvo fue solo un sueño o quizás una simple pesadilla. Su cabeza y pico estaban cubierto con el dedo gordo de un guante viejo, que más de alguien había perdido. Sus alas amarradas con un pedazo delgado de cuero lo obligaban a mantenerse quieto y sus patas amarradas con un pedazo de pita, lo dejaban solo hacer movimientos cortos como un condenado a muerte.
El hombre con sus grandes manos rompió, desato y saco todas sus amarras. Por último saco el capuchón de cuero y dejándolo caer recogió al ave por su pecho, tomo impulso y lo soltó. Al sentir aire, el pájaro por inercia extendió sus alas con algo de miedo, pero al sentirlo debajo de ellas, sintió su sueño de libertad, su supuesta pesadilla hecha realidad. Redescubrió que el volar le era algo innato y que el mundo que se encontraba allá abajo no era una pesadilla ni un sueño... solo una realidad.
Agitando sus alas rápidamente, voló hacía las manos de su libertador, solo por un segundo bajo las atentas miradas de la gente y principalmente la del niño que lo acompañaba, el vendedor lo miro y solo meneo la cabeza para luego volver a contar su dinero, mientras el pájaro de un brinco con sus ojos negros extendía las alas para volver a volar y perderse entremedio de los cerros y casas, sobre la ciudad que confunde la poesía con la bohemia, la ciudad con la feria, lo antiguo y lo moderno, voló y se perdió de nuestras vistas para nunca más volverlo a ver. Él hombre grande, coloco su mano sobre mi cabeza y haciéndome una caricia, me miro a los ojos, conduciéndome a caminar nuevamente entre la gente.

Ese hombre era mi hermano.-

Texto agregado el 25-08-2004, y leído por 287 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
14-05-2007 Diferente lapluma_impresa
11-05-2007 hermano patibeat
13-02-2005 encaja tambien con nuestros sueños...opacados por la realidad. saludosssssssss Klaudia_Sin_Alas
13-02-2005 muy lindo....muy lindo Klaudia_Sin_Alas
 
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