ESCUELA DE DIRIGENTES




Cierto que guardo muy buenos recuerdos de mi colegio. Si bien era caro hasta lo grotesco, costoso hasta la desmesura, lo escandaloso de las cuotas y la extravagancia del director mantenían la fidelidad de un alumnado snob y, por encima de todo, opulento.

Recuerdo la magna decisión del equipo directivo cuando, con motivo de unas importantes obras en nuestro antiguo y señorial edificio colegial, arbitró el alquiler de un barco crucero en el que todos, escolares y profesores, embarcados, pudimos seguir el curso durante unas semanas visitando ciudades costeras al tiempo que atendíamos nuestras lecciones.

Pero además, el director por no privarnos de los actos deportivos alquiló un petrolero vacante que navegaba tras nuestro barco y en cuya inmensa cubierta se dispuso una excelente cancha.

Así el barco escolar y el petrolero deportivo componían una flotilla de privilegiada y turística docencia.

Conservo la memoria de inolvidables partidos de polo en alta mar y la costumbre que inventamos de rociar a los caballos con gasolina al final de cada encuentro y fuera cual fuese su desempeño.

Recuerdo aún, con lágrimas en los ojos, la atroz belleza de los enloquecidos animales precipitándose al mar envueltos en llamas...