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LA PINZA


El edificio ocupaba toda una manzana , una construccion monolitica dividida entre un hotel, una fabrica de tabacos y, al fondo de la entrada principal de estos dos negocios, una serie de cuartuchos para alquiler. En uno de sus costados la entrada a un estrecho y oscuro garaje acondicionado para parquear alrededor de unos treinta automoviles. Frente a la calle de entrada del apagado sotano estaba ubicada la bomba expendedora de combustible.
Alli en la oscura entreplanta , al que llamabamos garaje, comenzo mi vida laboral a raiz del traslado de mi familia a la bulliciosa y viva capital de la floreciente republica

Diez y siete años, quinto de la escuela primaria, de un apartado y lejano pueblito productor de nada, lejos de la principal y unica y estrecha carretera que atravezaba por toda la nacion. Llegaba con toda mi esperincia campecina
Mi aprendizaje fue, lavado de automoviles, despachar el combustible a los clientes eventuales que conducian por las estrechas callejuelas , reparacion de las llantas ponchadas, cambios y, lo que mas me gusto de aquel trabajo, parquear los autos dentro de aquellos improvisados y estrechos espacios entre solidas y gruesas columnas de concreto.
Quizá fue uno de esos talentos ocultos que de pronto emergen sin uno querer o darse cuenta de su envergadura pero, en muy poco tiempo, colocaba aquellos armatostes de motor en espacios muy difíciles de medir y calcular sus dimensiones, conduciéndolos con hábiles y rápidas maniobras propias de un conductor de mucha experiencia. ¡ Claro..! Tengo que admitir que uno o dos arañazos , a los flamantes automóviles , les tenían que costar por el aprendizaje, por suerte nunca ningún cliente se quejo. ¡ De todas formas fueron rasguños sin la mayor importancia ! Errores de juventud. Faltas sin transcendencia .
Solo uno de estos errores ha perdurado en mi memoria por mas de cincuenta años y, aun hoy es un sentimiento que no he podido definir ; Si pena, vergüenza, culpa, indolencia o desconcierto.

Recuerdo que aquella tarde, después de recoger herramientas y colocar los neumáticos en sus anaqueles me disponía a apagar las luces de la bomba de combustible cuando llego el ingeniero Toraño en su flamante Chevrolet, del año cincuenta y tres, de suaves colores azul y blanco con sus cromos pulidos, brillantes , sólidos.
Al entregarme las llaves del auto para que lo parqueara me dijo :

– Guajiro – Así me decían – necesito ponerle cuatro neumáticos nuevos al auto porque mañana muy temprano tengo que recorrer mucha distancia y necesito estar seguro de que no me fallen las que tiene puestas
– Ingeniero... ya me retiraba – balbucie apenado. El señor Toraño siempre fue una persona muy amable y dejaba muy buenas propinas.
– Mira guajiro, yo necesito que el auto mañana no me falle, ya lo reviso el mecánico y solo me falta cambiar las llantas.. – Y , agrego – Por el costo no te preocupes, ponle las mejores y a ti, yo te pago el favor . ¡ Ah ! Y llenale el tanque. – Agrego mientras se alejaba apresuradamente dando por seguro que se cumplirían sus ordenes .
¿ Estaba cansado..? ¡ No! La juventud no se cansa, se aburre. La mente esta en todas partes en el mismo tiempo, se cambia un neumático pensando en el baile, se cambia otro pensando en la novia y otro en quimeras y otro..y, ¡ Terminas! Y, al recoger las herramientas, descubres que te falta una ¿ Donde esta..? No concibes que se te pueda, ¡ A ti..! , haber quedado dentro de una de las gomas . Algunas veces se nos pierden objetos que muchas veces han estado delante de tus ojos y otras han caído en lugares inconcebibles . Tiene, debe ser así y, en mi apuro, Aposte.

No se si pena, vergüenza, culpa, indolencia o desconcierto.
Lo primero que vi aquella mañana, recostada a la misma maquina de reparar neumáticos fue la redonda figura de una goma nueva que, de su banda de rodamiento, le salia la pata de metal oxidado de una pinza de las que se utilizan para sacar los objetos que se incrustan y daña el caucho de rodamiento. ¡ Mi pinza !
Me sentí como quizá se sintió Lord Jim cuando al ser rescatado por un barco británico ve, entre la bruma del puerto, la silueta imponente del “Patna” anclado en el muelle.

Debido a Pastor, mi viejo amigo, y al terrible y tragico accidente aéreo del antiguo Duglas DC-6 donde murieron sesenta y dos personas desviaron la posible burlona atención de los clientes, así pude evitar el encuentro con el ingeniero Toraño y, en las ocasiones que nuestras miradas se cruzaron nunca pude vislumbrar el tipo de sentimiento que su corazón albergaba hacia mi persona . Poco tiempo después el Chevrolet azul y blanco del señor Toraño no se parqueo mas en el sótano del hotel.
Nadie se burlo de mi, nadie reclamo por mi negligencia , no escuche ningún comentario, mi licencia de cambia neumáticos no fue revocada como la de capitán a Lord Jim.

¿ Fue, acaso, mi juventud la que influyo en la determinación de la actitud del señor Toraño respecto a mi injustificable falta ?
¿ Fue su generosidad...? ¿ Su religión..? ¿ Su dinero?
Ten suerte en la vida que el saber de poco vale, dice el refrán.
Suerte.
El ingeniero Jose Antonio Toraño por el daño sufrido, al neumático de su vehículo, perdió el vuelo fatídico del viejo Duglas DC-6 cuando uno de sus cuatro motores de pistón exploto en pleno vuelo.

Texto agregado el 26-03-2014, y leído por 106 visitantes. (0 votos)


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