Tu recuerdo ha de fruncirse como un hilo ante la llama,
Un día, cuando al fin no me duelas.
Cuando acepte incólume e impertérrito que me levanto sin extrañarte,
Que ya no eres un vacío en mis recuerdos porque ya no queda nada.
Que ya no existes ni como sombra del pasado,
Porque nunca estuviste realmente.
Ese día me levantare y mirare al horizonte y, concisamente,
Me preguntare si alguna vez fue real.
Ese día dejara de atormentarme los detalles,
Ese día no sucederá nada anormal.
Sin embargo, y a pesar que no sea realmente distinto, ese día, como cualquier día,
Sonreiré y sabré que estoy liviano y libre
Y lejano de etiquetas y de bagajes mustios.
Y ese día, como cualquier día, como cualquier hora,
Me dedicare a cualquier cosa,
Porque mi tiempo, mortal de necesidad, aun no es llegado.
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