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Inicio / Cuenteros Locales / Eriel / El Bosque de las Ánimas (Capítulo 2)

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Con la boca cerrada y aguantando la respiración, nadaba en un mar negro infinito que me conducía a la locura. Todo lo que podía hacer para mantenerme cuerdo era ver la película de mi vida pasar a toda velocidad, desde que tuve conciencia de ser hasta el momento en que Eriel me lanzó a ese maldito torbellino que me arrastró hasta donde estaba. Pensar en ella me ponía los pelos de punta, ¿cómo podía ser que alguien tan aparentemente dulce pudiera haber hecho esto?

A punto de desmayarme, por la falta de oxígeno y sin fuerzas físicas ni voluntad para mantenerme despierto, vi un punto de luz blanca que aumentaba de tamaño conforme pasaban los segundos. Por un momento creí que ese era mi fin, sin embargo fui arrastrado a esa luz, absorbido en cuestión de segundos y al cruzarla, con los ojos cerrados, sentí cómo era lanzado hacia arriba y luego volví a descender para caer de espaldas contra el agua, fría y cristalina.

Intenté abrir los ojos lentamente porque el contraste de luz era demasiado. Cuando por fin me acostumbré a la nueva luminosidad empecé a contemplar el lugar, confuso y aturdido. Era un bosque similar al que había visto antes de ser sumergido en la espiral, pero con un matiz de diferencia: se podía escuchar el aleteo de los pájaros, el piar, el correteo de los animales que habitan en los árboles así como en el suelo, conviviendo en un paisaje lleno de vida, aunque no podía verlos.

Sin demasiadas fuerzas salí del pequeño manantial y me tumbé sobre la hierba de la orilla, completamente exhausto. Cerré los ojos de nuevo y empecé a sumergirme en los sueños, el lugar que creía más seguro donde descansar. Comencé a escuchar una voz que me decía “despierta, tonto, que me prometiste que me llevarías de compras…” y la ignoré pero volvió a sonar más fuerte “venga, levanta ya gandul o tendré que tirarte agua fría por encima”. La voz me resultaba familiar, pero seguía intentado descansar y cuando creí que había desaparecido, una punzante sensación en mi cara me sacó de mi ensoñación y abrí los ojos de golpe.

- ¡Leire! ¡Te voy a matar! – le grité a mi hermana.
- ¡Me prometiste que nos llevarías de tiendas a mis amigas y a mí! – me respondió sin vacilar.
- ¡Pero no hacía falta que me tiraras agua por la cara! Con moverme hubiese bastado.
- Si te he gritado y te he quitado las sábanas, pero no te despertabas… - contestó con un deje de culpabilidad en la voz.
- Vale, ahora ya estoy despierto, ¿contenta? Así que sal de mi habitación que tengo que cambiarme para irnos, no querrás que vaya en pijama.
- ¡Ya voy, ya voy! Aunque estás muy guapo con el pijama mojado y esa cara de enfadado. – dijo burlona mientras me daba un fugaz beso en la mejilla y salía dando saltitos por la puerta de la habitación.

La pesada de mi hermana… Me despertó y me sacó de aquel extraño lugar, tan real que ni si quiera podría creer que de verdad fuese un sueño. Intentando recomponerme por completo me levanté de la cama y cogí la ropa de la cómoda del armario para vestirme, dándole todavía vueltas al sueño, intentando reconstruirlo como si fuesen hechos lejanos y sin relación. Me sentía confuso, pero un nuevo grito de mi hermana me trajo de vuelta a la realidad.

Texto agregado el 25-03-2014, y leído por 52 visitantes. (0 votos)


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