Alberto esperaba a que terminara su turno mientras atendía a uno de sus últimos clientes, cuando este terminó de comer, pagó la cuenta y se fue el restaurante estaba casi vacío, solo había una pareja tomando una taza de café. Así que Alberto se puso a limpiar el local para poder salir temprano. Cuando estaba limpiando la mesa de su cliente vio un gorda billetera en el asiento, vio hacia ambos lados y al ver que la pareja no le prestaba atención y que la cajera miraba hacia otro sitio Alberto cogió la billetera y la puso en su bolsillo y terminó de limpiar.
- Hoy cierras- le dijo la cajera entregándole las llaves.
Alberto asintió y esperó a que se vaya. Cuando no hubo nadie Alberto contó lo que había en la billetera, en total cinco mil soles, un pequeño pedazo de papel con números, tarjetas de crédito y del banco, y su DNI. Cerró el local sintiéndose el ser más afortunado del mundo, tiró los documentos a la basura y se fue a su piso, mañana será un nuevo día.
Al día siguiente después de gastar dos mil soles de la billetera en ropa, comida y un nuevo celular se dispuso a comer a la calle en un buen restaurante, esta vez le iban a servir la comida y no al revés. Después de comer la comida se fue su piso, quedándole solo 2975 soles, una buena comprar. Cuando regresó a su piso, vio que el papel con los números seguía ahí, pensó en botarlo, lo cogió pero el teléfono comenzó a sonar.
- Alo – dijo Alberto
- Ven inmediatamente al restaurante- dijo la cajera.
- Hoy no me toca
- Que vengas maldita sea- dijo la cajera desesperada
- Sabes hoy voy a estar muy ocupado, así que no podré ir- dijo Alberto y colgó
Alberto iba arrugó el papel y lo puso en su bolsillo cuando el teléfono sonó otra vez.
- Mira si no vienes, le diré al jefe que has estado comiendo gratis- dijo la cajera en un tono casi amenazante.
- Eso no es verdad- dijo Alberto sabiendo que mentía.
- ¡Ven por favor!- gritó la cajera
- Ya, ya voy- dijo Alberto desganado.
Cogió su abrigo y se fue. Camino al restaurante un auto se cruzó en su camino y lo embarró con el agua sucia que había en los alrededores después de una noche de lluvia, aunque no estaba del todo mojado el pequeño papel estaba más que destruido. Aunque Alberto no lo sabía, ni le importaba. Llegó al restaurante y al entrar lo primero que recibió fue un golpe en la cabeza, no se lo esperaba.
Cuando despertó estaba atado en una de las sillas, a pesar de que el lugar estaba oscuro pudo ver a la cajera atada a su lado con varios golpes y a dos hombres parados frente a él comiéndose unos sándwiches que estaban en la mesa. Uno de ellos se acercó lentamente hacia él, sin decir nada comenzó a revisar los bolsillo de Alberto sacando la no tan abultada billetera, la revisó, sacó el dinero y comenzó a meter los dedos por todos los lugares de la billetera y al darse cuenta que el dinero no estaba se acercó más a Alberto y le preguntó:
- ¿Dónde está, el pequeño papelito?
- ¿Quiénes son ustedes?- preguntó Alberto
En vez de responderle el hombre le golpeó en la cara mientras le decía:
- Esto te enseñará a no agarrar las cosas de los demás.
Alberto no sabía lo que ocurría, no sabía quiénes eran esos hombres, de quien era la billetera , o porque habían golpeado a la cajera, que por cierto se llama María, lo único que sabía era que estaba en un enorme problemón y que le daban vueltas la cabeza. El hombre puso el resto del dinero en su bolsillo.
- Está en mi bolsillo izquierdo- dijo Alberto.
El hombre revisó en su bolsillo y lo único que sacó en un trozo de papel completamente mojado, con letra ilegible y a punto de romperse. “Ahora si estoy jodido”, pensó Alberto. El tipo ese puso el sobre encima de la mesa con la firme esperanza de que se secara muy pronto.
- Estas muy jodido compadre- le dijo el hombre mientras sacaba su revolver.
- Espere, si es por el dinero, yo se lo pagaré.
- Vaya que lo harás, mientras estas en el infierno- dijo mientras apuntaba su revólver a solo unos centímetros de la cara de su rehén.
Alberto no sabía si esa frase tenía sentido pero los pequeño sonidos que emitía la inconsciente María interrumpieron sus pensamientos.
- ¿Qué pasó?- dijo esta, miró hacia arriba y vio que un tipo apuntaba con una pistola a Alberto y comenzó a gritar con todas sus fuerzas, sin embargo la pistola cambió de objetivo apuntándola a ella, así que dejó de gritar.
- Muy bien ahora que voy a hacer con ustedes- dijo mientras los miraba- ¿Oye tu, que me recomiendas?- le preguntó al otro tipo que estaba terminase su sándwich y miraba a sus posibles víctimas.
- Sugiero que primero les arranques las uñas con un alicate, luego les cortes los dedos, después las manos y finalmente les metas un balazo en la cabeza.
- Me parece una buena idea.
Tras escuchar la macabra sugerencia del otro sujeto ambos comenzaron a gritar y a pedir ayuda, pero nadie pasaba por el restaurante, “a quien se le habrá ocurrido abrir este lugar en medio de la nada”, pensó Alberto.
- Cállense- gritó el primer sujeto, el segundo terminó su comida y se acercó a sus rehenes.
- Revisa si el papel se ha secado, tal vez podamos sacar algo.
Alberto se acordó de ese inservible papel que iba a costarle la vida a él y a su compañera y recordó leerlo mientras revisaba la billetera, aunque estaba algo tenso podía recordar que era un código de 5 números impares. Ambos hombres se acercaron a ellos, sacaron sus pistolas y los apuntaron dispuestos a matarlos.
- Un momento, recuerdo los números- dijo Alberto, los tres lo miraron.
- ¿Estas seguro?- preguntó el primer hombre
- Si, estoy seguro.
El segundo hombre apuntó a Maria en la pierna izquierda mientras el otro sacaba una pequeña libreta de su bolsillo.
- Muy bien habla.
- 3…pucha, espere un momento.
El segundo tipo disparó en la pierna de Maria.
- Diles el maldito código- gritó María antes de volver a desmayarse. El segundo tipo se acerco a Alberto y apuntó hacia su pierna izquierda y disparó.
- 13, 23, 55, 79- dijo Alberto y se unió al mundo de los sueños y el dolor junto con Maria.
Ambos despertaron en un hospital , los dos estaban con las camillas juntas, con un enorme yeso en la pierna, la cabeza vendada y el cuerpo completamente adolorido. Ambos se miraron y luego miraron hacia otro lado, fue una experiencia más que rara y bizarra. “Tal vez debería escribir un libro”, pensó Alberto. En eso una enfermera se acercó y les dijo:
- Tienen visita- y se retiró
Entraron tres tipos, de diferentes edades se acercaron a Alberto, uno de ellos era su cliente ese día.
- Muy bien desgraciado, ¿Dónde está mi billetera?
- Puta madre- solo alcanzó a decir Alberto, antes de que ese tipo sacara su revolver.
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