Doy pinceladas en el lienzo, a veces de aire que sale de mi boca sobre sus senos. Están cautivos y una mirada de inocencia se desprende cuando el sol ilumina su cuerpo bello y adorable de mujer hermosa y princesa de todos los reinos.
Majestuosa, llena de vida. Su piel caoba compone su figura, dejando que los cabellos jueguen por la cara con la brisa de la tarde que ofrece la primavera.
Caricias sensuales danzan por las calles estrechas y plazas soleadas junto a la fuente de la vida donde surgen besos para sus labios carnosos, decorados de carmín brillante.
Sus ojos de verde jade despiertan los días tras un ocaso que se diluye en el horizonte.
Mi mano acompaña los colores hacia el cuadro. Temblorosa espera el momento que nunca llega, el instante de la fusión entre los dos. Miro a través del cristal y me invade la oscuridad.
Te veré en la madrugada.