Es durante mi ocaso que me escondo en este absurdo mar de contradicciones. No siento mis pies pues los efectos de las drogas han comenzado a eliminar el dolor de mi cuerpo y así también han comenzado a mutilarme de forma sigilosa. Es este punto donde preciso la necesidad de encontrar alguien a quien contarle esta historia, alguien de preferencia sordo, ciego y mudo, que sea capaz de resguardar en el mas absoluto silencio este sufrimiento que llevo en mi mente, en mi cuerpo, esto que no es nada y que es lo es todo, este que es simplemente, mi calvario.

El sol se escondió a la misma hora y por el mismo lugar que lo ha hecho siempre, durante toda su eterna existencia, nada cambió, excepto mi posición frente a mis miedos. La verdad es que no recuerdo el nombre de aquella mujer, no recuerdo el color de sus ojos ni el de su cabello, no recuerdo su edad ni su estatura, lo único que recuerdo son sus palabras.

Fue aquella noche la que me hizo entrar en una depresión profunda, pero no fue cualquier tipo de depresión, fue la primera y fue la que marco a lo largo de toda mi vida, fue la que me hizo ocultar mis sentimientos, fue la que me hizo ser normal para resto, fue la que me hizo probar las drogas, fue la que me hizo sumergirme en el alcohol, fue la que me hizo consumirme en el tabaco, fue la que me hizo llorar por la noches y esconderme en el día, fue la que me hizo escribir esta historia, y la que me hizo simplemente morir, pero seguir viviendo.

Yo no era más de lo que soy ahora, un simple estudiante de enseñanza media, que soñaba con algún día poder estudiar alguna carrera profesional, trabajar, tener una familia y llegar a ser anciano y poder recordar con la melancolía típica de aquella circunstancia, los momentos felices de mi vida mediante fotografías guardadas celosamente en álbumes antiguos, como quien guarda el mas preciado tesoro, en este caso, mi vida. Pero todos estos sueños se vieron truncados cuando escuche aquellas fatídicas palabras de aquella mujer, que he preferido borrarla de mi mente quizas por sanidad mental, por compasión conmigo mismo, o por temor a caer en una depresión nostálgica, absurda y dañina.

Nos encontrábamos en mi casa, en uno de esos tantos carretes que realizábamos con los que en aquellos momentos eran mis amigos, que organizábamos con la simple excusa de no tener otro en algún otro lugar, pero este, aunque para todos fue uno normal, para mi marco el principio de mi decadencia en aquel año y en los años venideros. Estaba yo sentado en el patio de mi casa, sobre una silla plástica junto a ella tratando de tener una conversación normal, de ser indiferente ante la realidad que me consumía, fue en ese preciso instante en que los efectos del alcohol comenzaron a hacerse presentes en mi y como cual suero de la verdad, las palabras se entremezclaron con mis mas profundos sentimientos, y empezaron sin la mas mínima compasión a pronunciar aquella confesión, que sin ser la mas poética ni la mas estructurada, fue la mas sincera.
Fue en aquel momento en que mi boca temblorosa y mis labios secos, producto de la excitación pronunciaron – Te Amo -. Ante lo cual ella respondio, - Yo No-.