Mientras te leía, hoy por la tarde,
deshacía mis cenizas en tus palabras,
curabas mi boca herida de espanto,
tomaba tu enredadera de piel,
para rozar su arista y traer
su puente ausente, camino trunco,
su distancia cercana, su beso casto.
Tu carta, me cubría delicada,
me giraba abrigo, me hallaba vivo,
tus oraciones tenían brisa de río,
como líneas de tu suavidad extraña,
organdíes de liviandad y ternura,
densas vástagas de tu seno,
crianza de tus ojos que miro temeroso.
Acopia mis niveles, llénalos de ti,
comparte tu sublime silencio conmigo,
no haré daño, apenas me sentirás,
sólo mírame, no me ames todavía,
vive el nuestro día a día,
dame tu cuerpo que intuyo,
y me seduce como niño tonto.
Déjame indagar en tu sonrisa,
unamos nuestras voces,
deja que hagan el pacto de silencio,
que tú y yo necesitamos
para aceptar, amarnos.
Esperé lunas que el trigo llegue,
que se aletarguen mis pasiones,
canta ahora la calandria en tus dedos,
une ahora tu enredadera de piel,
con mi piel desnuda,
acurruca mi soledad
en el fondo de tu alegría,
incinera mi melancolía.
Alcanzaré tu amor, llegaré a ti,
como sé amar, con dolor y agonía,
con mi alegría festoneada de pena,
en fin, como apenas me permito,
con lo poco que tengo y entrego.
Pero no te ausentes como antes,
espera y yo esperaré,
que mi cuerpo sea la fruta tierna,
que madura en tus muslos,
desde ese lugar ciego
marzo de 2009
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