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Cogió su violín, no era el mejor de todos pero si de buena madera, arce y ébano; sus deseos tampoco eran decorosos, más bien opacos, aquel instrumento desgastado y de cuerdas a punto de reventar en cualquier momento daban un aire de antigüedad bastante miserable.
Miró hacia el frente, un pequeño público esperaba su presentación, se deprimió al ver que ya casi nadie gozaba de su espectáculo.
En un balcón del palacio, una joven y hermosa doncella, una dama de clase alta, suspiraba por ver a su secreto enamorado tocar aquella música que la había cautivado.
El muchacho, violinista desde que tiene memoria, viste como de costumbre ropas poco lustrosas, desgastadas y bastante baratas a decir verdad. De él emana un olor a licor, el público entre las primeras filas lo nota, su mirada distraída y de ojos tan negros como el abismo que da entrada al infierno no ayudan a mejorar su puesta en escena. Viste de negro, de pies a cabeza, excepto por un camisón que se entre ve debajo de ese abrigo que lleva hasta los tobillos.
Su mirada distraída cambia, ahora es intensa y apasionada, da pie a que suenen las primeras notas, como si se tratase de otra persona, el poco público asistente se vuelve a encontrar consigo mismo y comienzan pasmados a observar aquel espectáculo que creían casi no valdría lo que ha costado el boleto de entrada. Una tras otra, las notas fluyen como agua en el río, quien las oye como peces van tras ellas, buscando encontrar ese deseo desaliñado y perdido de adolecentes.
De un segundo a otro, el joven cambia su melodía, como si hubiera olvidado de que iba la canción. Los asistentes caen todos juntos a la realidad, si alcanzaron o no a reencontrar sus sueños y deseos perdidos mala suerte, al intérprete eso no le preocupa para nada. Un ritmo rápido, casi esquizofrénico, con un roce de maldad y deseo se apropia del salón, sacando lo peor de cada uno quien lo escucha. El violinista ve entre las filas que algunos se han puesto a discutir, entre insultos y empujones uno cae muerto, nadie hace nada, como si fuese normal ver morir asesinado a alguien en medio de un concierto sinfónico. Entonces cambia la melodía nuevamente, tan abrupto como la primera vez.
De vuelta al paraíso aunque no tanto, los pasajes lentos y emotivos conmueven a más de algún macho hasta las lágrimas, que decir de las señoritas y señoras presentes, abrazándose entre ellas a modo de consuelo, lloraban como bebes sin la teta de la madre, aunque pensándolo bien nadie entendía el porqué.
Cuando se siente satisfecho al ver emocionarse a su gente, cambia de nuevo, un ritmo relajado y apasionado, una mezcla muy extraña, como estatuas todos viendo, escuchando y sintiendo dentro de sí el sabor de aquellos pasajes casi místicos.
Termina la tocata con una breve muy breve interpretación final, 35 compases musicales fueron más que suficientes para enamorar a todo quien estuvo presente, tanto hombres como mujeres. Los aplausos llueven, ovaciones y pañuelos de más de alguien que callo rendida ante el artista.
Se desaloja el gran salón, al ser poca la cantidad de personas presentes fue muy rápido. Y así de rápido el joven queda solo nuevamente.
Deja su viejo y miserable violín gastado, sobre un respaldo, coge una petaca de aquel abrigo suyo y bebe de ella. Una gota cae por bajo sus labios. Ve entonces a aquella mujer del balcón, el no sabe que ella en secreto lo ama desde hace años y quizás nunca lo sepa, la muchacha va hacia él con el deseo firme de confesarle su amor prohibido, pero no alcanzó a decir nada, pues cae muerta a manos un pequeño puñal del violinista, quien también la amaba desde la distancia.
Cogió nuevamente su violín, no era el mejor de todos pero si de buena madera, arce y ébano; sus deseos tampoco eran decorosos, más bien opacos, aquel instrumento desgastado y de cuerdas a punto de reventar en cualquier momento daban un aire de antigüedad bastante miserable.
Pues su vida era la música y su amor final era interpretarla con el sentimiento correcto. Así, solo en el salón compuso la más triste de las sonatas.

Texto agregado el 20-03-2014, y leído por 254 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
08-04-2014 Un virtuoso de las emociones, arrancaba lo mejor y lo peor de cada uno incluido el mismo, la música lo tenia esclavizado. Me ha gustado mucho tu relato, oscuro y de amena lectura elisatab
21-03-2014 me hace recordar una historia que escuché de Pagannini y la fascinación demencial que provocaba en el público... saludos atanasio
 
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