Nunca me imaginé trabajando, y no me malinterprete querida lectora no es que sea vaga, bueno, lo soy pero después de estudiar llega el turno de laborar, pero no a todos nos llueven las ofertitas a la puerta habiendo recibido el título en algun ritual aburrido ¡Porque eso fue mi graduación! El ritual más aburrido de mierda y proselitismo político imaginable, unos veinte minutos entonando el himno del país, luego el himno de la provincia, luego el himno del cantón, luego el himno de la universidad, luego el himno de mis calzones y el himno de la re puta madre que me re mil parió, para pasar a una verborrea de corte intelectual a cargo de altos mandos quienes aprovecharon para convertir el evento en un trampolín (aún sin piscina) político para agradar al partido de gobierno que se sienta a la derecha del alma mater, todo en un bello lapso de una hora con treinta y cinco minutos, diluyendose a un acto cultural del grupo de baile de la universidad, (que no criticaré, siempre fueron buenos chicos y se ganaban su beca con ello) para continuar con los hechos resultó que en menos de veinte minutos repartieron el cartoncito a velocidad de cuatro profesionales por minuto, ¿Entonces para qué fue? -se preguntará usted, estimada, pues por mi mamá y mi papá, ya ve, que les hace tremenda ilusión a el jefe y la jefa ver a su bebé "triunfar", cuando tocaba saludar a los altos jerarcas de mano después de recibir el título yo pasé de largo hasta donde mi papá, le di mi título y un abrazo, como una ofrenda de un gato que lleva un ratón muerto a su amo. Lindo el triunfo en efecto, tan divino que me pasé sin trabajo el año siguiente, que la economía, que la crisis, que el TLC, no me pregunten a mi pero no me contrataron en nada, bueno nada en el área, pero sí un par de cosas porque ¡Como se trabaja cuando no se tiene trabajo! Los trabajos ocasionales o "informales" fluyeron de lo lindo, con su paga y su libertad de horario, así terminé: repartiendo volantes, pegando afiches, haciendo malabares en semaforos, haciendo malabares para tiendas, haciendo presentaciones de malabares en escuelas, haciendo proyectos culturales ¡Si que rinde el dinero cuando es tan poco! Hasta que de pronto una llamada, a las diez de la madrugada, por supuesto yo más dormida que cuando exponía mi profesora de contabilidad, de pronto me empiezan a hablar en inglés y me hacen una entrevista para un trabajo y yo, con medio cerebro aún soñando que me lanzaba por un tobogan de agua a una piscina enorme, tropecé con la lengua tantas veces que mi inglés era algo más parecido a un aleman tartamudo hablando catalán que cualquier otra cosa, se fijó un día, fui al lugar, me hicieron prueba de doping y salí positiva en crack, mariguana, embarazo psicológico y sucidio perpetuo, pero luego desperté de mi imaginación para ver que estaba más limpia que un bebé, que mi orina parecía agua de coco y que por recomendación médica me informaron que si olía una cerveza de seguro moriría de cirrosis en catorce segundos. Entre una y otra vuelta cuando me di cuenta tenía un trabajo, y no ganaba monedas sino billetes, y no ganaba uno o dos, ganaba muchos. Luego vino el confort, me di cuenta que el dinero compra cosas, que todo eso que nunca pensé podía ser mio ¡Pues claro! Sí esa es la libertad que tenemos, la que nos alcanza, somos tan libres como tan hondos son nuestros bolsillos, comía cuanta porquería se me diera la gana porque podía, hasta que ya no podía salir a bailar, ni a hacer malabares, porque debía trabajar, ya no podía quedarme hasta las dos de la mañana hablando con mi amigo de méxico o viendo documentales porque debía madrugar, pasaron los meses y comí muy bien, pero me estresé de más, me lloré de más, me extrañé de más, y cuando no pude abrazar a alguien que me lo pidió por tener que trabajar o cuando tuve que faltar a un concierto importante de mi propia banda, abriendole a una banda internacional (no es que tampoco me importara tanto, pero mis compañeros de banda sí) ¡Ni para que! Me frustré, "Acá está su hijueputa carta de renuncia, estoy harta, ustedes son las personas más lindas y amables que jamás tendré de jefes/as y compañeros/as de trabajo, pero todo me estresa, ya no me aguanto, bye bye", me fui, a dormir mucho a comer demasiado y dormir más, y pasaron días, retorné a la parafernalia del desempleo, escribir en las paredes, imprimir posters, ver documentales, hacer malabares y escribir esto a la una y treinta de la madrugada. El dinero se fue acabando, las vitrinas ya no eran mias ya no tenía los tickets mágicos ni el impulso de "lo quiero - lo compro - lo tengo", ya no había para el bus, y mi celular solo llama a una mujer, sin importar el número que marque, que solo repite: "su saldo es insuficiente para realizar esta llamada, por favor recargue su cuenta". Es como pasar de nada a tener las llaves de la ciudad y, volver a la nada de nuevo, entonces una piensa ¿Qué vale más? Si el precio o el valor, el tiempo o lo demás, y haciendo fila para pagar un seguro social voluntario me gasto mis últimas migajas, esas que ocupamos para la vida y por las que se nos va la vida por ganarlas. |