EL CANTO DE LA TROMPETA
Visité el Colegio Mayor Fray Luis de León donde, en mi lejana juventud, había vivido mis primeras experiencias democráticas. Don Ignacio de la Concha, nuestro director, catedrático de Historia del Derecho, soltero y con complejo de abuelo sin nietos, y gran demócrata nos las había inculcado.
Un año...,
después de presentar el Administrador del Colegio los presupuestos y las cuentas, se hizo una votación para decidir aumentar un huevo frito mas en el desayuno. Y el segundo huevo ganó por un solo voto. ! Y éramos más de doscientos colegiales !
Al final, aquel año los Fray Luis tuvimos, a diferencia de otros Colegios, de manera democrática DOS HUEVOS.
Se creó una revista-mural donde cada uno podía aportar o criticar cualquier cosa del Colegio, con tal de guardar las formas_en esto era muy quisquilloso Don Ignacio_ Aunque no siempre se conseguía, pues recuerdo un dibujo del pobre capellán del Colegio, Don Juan, bailando el baile de moda, un "hoola hoop", con un rosario en forma de aro en la cintura.
El director de esta revista-mural era nuestro llorado Cuco, de Vigo, que llegaría a ser un gran periodista y, en su honor, existe nada menos que un premio nacional de periodismo que lleva su nombre.
Yo formaba parte de la redacción de la revista-mural; de ahí me viene esa vena reivindicatoria que siempre tuve. Que se lo pregunten si no a mis compañeros del Coro Apóstol Santiago.
Era nuestro Gómez de la Serna particular. Recuerdo perfectamente aún hoy día, dos greguerias, a las que era muy aficionado.
“Levantar el mantel a un mesa
tiene algo de impúdico,
no sé
si fueron los vapores del vino
pero me pareció que se ponía colorada.”
O aquella otra que muestra su sorna gallega:
“El cojo que tiene una pierna
mas corta que otra
tiene en compensación
la otra mas larga.”
Mayo era el mes en que todos nos acordábamos de lo cerca que estaban los exámenes y lo lejos que estaban nuestros conocimientos.
Un año, no recuerdo cual, estando todos preparando los exámenes, una trompeta sonaba en el pasillo del piso de los de Derecho, cada cierto intervalo de tiempo. La dichosa trompeta sonaba cada treinta minutos exactamente.
Los nervios estaban a flor de piel y todos acabamos mas pendientes de los intervalos de media hora, que del Código Civil.
Don Ignacio, como un colegial mas, que eso se le daba de maravilla, se escondió en un ala del pasillo hasta que descubrió la zona de donde salían las notas treinta-minuteras.
Eran “los del Palomar” , que así llamábamos a la única habitación de tres camas del Colegio Mayor, y el lugar mas divertido donde lo pasábamos bomba oyendo al" rompe corazones " oficial del Colegio, Julito, interpretar con su magnífica voz y con su guitarra las rancheras entonces de moda.
Mi compañero de habitación, como decano de esa parte del pasillo tuvo que acompañar a Don Ignacio, cual notario del reino, a comprobar que efectivamente eran ellos. Todos sabíamos, de seguro, que no podían ser otros, pero había que demostrarlo pues por algo vivíamos en una democracia colegial y nos formaban ya con apretados corsés jurídicos.
Se trataba de esperar a que se cumpliese "las y media" para la siguiente "trompetada".
Cuco me propuso acompañarle "al Palomar" para echar una mano a los trompeteros. En la habitación habría unas quince personas que oían como se negaban las "tres palomas" a "cantar " por primera vez en todo el curso .
Allí solo faltaba la guardia civil . Me senté en una esquina de la cama y Cuco me dijo en voz baja:
.- El instrumento, lo tienes entre las piernas debajo tuya. Entendí el mensaje, como diría un político.
Y así fue. Cogí la trompeta con disimulo y aprovechando la multitud que allí había me fui justo al otro lado del pasillo a la habitación del otro decano de la segunda mitad, Fernando , y al cumplirse justo el tiempo reglamentado…
.-Taaaaaaaa !!
Desafiné con fuerza un La sostenido para regocijo de todo el colegio que festejó a rabiar el último canto de la trompeta y el perdón de los cantores.
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