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Las excursiones ocultas
El anillo produjo unos destellos elípticos en la vidriera de la joyería antes de que lo metiera en el estuche negro de pana. Era hermoso y a Helena le encantaría. Ocho años de casados y esa noche lo festejarían.
Regresó a la oficina feliz con el regalo.
Sofía, la nueva secretaria, le entregó la lista de actividades que debía realizar por la tarde y las llamadas que había recibido en su ausencia.
Se enfrascó en su trabajo y antes de terminarlo le sorprendió la hora de salida.
Helena lo recibió con una amplia sonrisa y con la noticia que había enviado a Gabriel y Lula, sus dos hijos, a la casa de la abuela hasta el día siguiente.
Julio supo que ella esperaba una noche de pasión. La miró a los ojos y sonrió. La vio maquillada levemente, con un pantalón de jeans y una camiseta negra. Estaba muy bonita, como siempre. La amaba con el mismo amor de los primeros años de matrimonio. Quizás más todavía.
Ese día había sido muy estresante debido a los numerosos problemas que surgieron en la oficina por un crédito congelado en el banco y una discusión con su socio principal por el espacio libre de un salón comercial en el plano que había presentado a los superiores.
No podía hablarle ahora a Helena de todos esos problemas, ni decirle lo cansado que se encontraba. Era su aniversario de bodas y se notaba por la mirada seductora que ella le dirigía lo que estaba esperando de él: Amor. Fuego. Y sabía cuál era la única forma para dárselos, cuáles eran las excursiones ocultas en las que debía viajar.
Helena sirvió la cena fría a la luz de dos velas encendidas. Por último trajo el champagne y una torta con ocho velas y las apagaron juntos.
Se besaron y fueron al dormitorio. Ella entró en el baño y Julio se acostó en la cama esperándola. Tenía un sueño terrible después de comer y beber. Pero hizo acopio de todas sus fuerzas para no dormir.
Sofía entró en la oficina con unos expedientes y cerró tras ella la puerta. Su sonrisa era más amplia que el río de la Plata y sus pechos amenazaban con romper los botoncitos de nácar de su blusita blanca.
-Arquitecto: estos son los expedientes que le dejó el señor Suárez.
Y al entregárselos dejó su mano unos segundos en las suyas y lo miró directamente a los ojos. El pensó que le resistiría la mirada, pero no pudo. Miró el cielorraso como si no supiera que era de yeso blanco y le contestó que los dejara sobre el escritorio.
-¿Le pasa algo?-dijo Sofía mientras dirigía sus ojos negros hacia los suyos con una sensualidad terrible. Entornó las arqueadas pestañas, mientras se repasaba los labios con la punta de la lengua , roja como un guinda, en forma instintiva, ¿ o no?.
-No hace falta, Sofía, sólo estoy algo mareado. Gracias.
Pero ella ya se había dirigido a la puerta regalándole el espectáculo de su pollera corta que apenas tapaba las torneadas piernas y la cintura estrecha que dejaba en evidencia sus nalgas que se movían rítmicamente con cada paso. Julio se imaginó que le hablaban y en cada movimiento preguntaban: ¿me deseas? ¿me deseas?
Al rato volvió. El mareo seguía, pero se acentuó más con su presencia y el aroma que se desprendía de su cuerpo, olor a mujer, a flores y pradera verde.
Le puso una pastilla en la mano y le dio el vaso de agua, el contacto con su mano suave, caliente, lo hizo temblar.
Ella sonrió y la habitación se llenó de luces eléctricas intermitentes, su corazón comenzó a saltar y sus hormonas enloquecieron. Trató de ocultar lo que ocurría en la parte baja de su pantalón, pero como si tuviera un cartel fosforescente, ella dirigió la mirada hacia ese lugar y rió con complicidad. Se dirigió hacia la salida y pensó que Sofía contaría a todo el elemento femenino de la oficina lo que había pasado y los comentarios que nacerían. Ese pensamiento le hizo cerrar los ojos por unos instantes, pero el sonido del cerrojo al girar en la cerradura se los hizo abrir en instantes.
Sofía había puesto llave a la puerta. Eso bastó para que sus rodillas le temblaran y palpitara con fuerzas su corazón y todo lo que pudiera palpitar.
Ella se dirigió a él con esa sonrisa que le encendía hasta las pestañas y con un movimien to brusco de su mano sobre la cabeza se desprendió una cinta negra del pelo y éste cayó libre sobre su rostro dándole el aspecto de una tigresa.
-¿Te sientes mejor, Julio?- su voz sonaba susurrante, llena de seducción
Sí, creo que sí- dijo, mientras iniciaba una lucha terrible por no tomarla entre sus brazos y conocer más de ese cuerpo que se insinuaba escultural bajo la pollera corta y la blusa apretada.
-¿Me dejas que te ponga bien?- murmuró Sofía.
No pudo contestar, ella lo besó en la boca abriéndosela con la punta de la lengua y millones de agujitas lo llenaron de cosquillas. Julio no se quedo atrás; la besó por todo el rostro y después bajó al cuello cerca de la yugular, como si fuera un vampiro.
-Julio, me dejarás una marca terrible en el cuello-dijo ella mientras le acariciaba la nuca.
Sofía se apartó unos segundos y se sacó la blusita blanca. Lo que era una promesa se convirtió en una exuberante realidad. Sus pechos palpitantes se ofrecieron a su boca y libó de ellos como un bebé al cual no le dieron alimento por mucho tiempo. Ella ronroneaba como un gato de angora en invierno.
-Gatita, ven aquí-dijo él y la llevó a la silla giratoria donde le sacó la pollera sobre la cabeza. Su pequeñísima tanga y ligas negras acabaron por volverlo loco. Ella se sentó a horcajadas sobre él y se abrazaron ferozmente. Los embates fueron tan fuertes mientras rugían de pasión que la silla se salió de sus goznes y se vinieron al suelo. Ahí, sobre la alfombra, siguieron aferrados uno al otro, hasta que llegaron a la cima de su vuelo. Sofía lo miró y después de vestirse se marchó.

-Amor, nunca estuviste mejor que esta noche.
Julio apenas podía mantener los ojos abiertos. Sintió los labios de Helena sobre su espalda y luego como lo tapaba con una sábana.
Cuando estaba por dormirse oyó de muy lejos la voz de su esposa entre quejosa y divertida:
-Ya sabía que con tantos besos en la yugular, me dejarías un moretón en el cuello. Y mañana tendré que ver quién arregla la silla giratoria de tu escritorio, la hemos destrozado.

Texto agregado el 24-08-2004, y leído por 848 visitantes. (28 votos)


Lectores Opinan
12-08-2014 Mucho erotismo, combinado y bien explicado aquel tedio del que son victimas algunas personas con la rutina del trabajo y matrimonio. saudade
12-08-2014 Mucho erotismo, combinado y bien explicado aquel tedio del que son victimas algunas personas con la rutina del trabajo y matrimonio. saudade
22-10-2008 che doc esta muy groso lo tuyo me dan muchisimas ganas de hacer el amor ya con mi novia!!! despertas algo que no es solo sexo con estos relatos, ya vango voy a buscar a la gordita cvor
26-07-2008 lo vuelvo a leer y lo encuentro mas divertido. rextanaka
17-06-2008 Muy bueno felicidades, tus cuentos por lo regular estan llenos de sexualidad, y ademas bien escritos. dinosauro
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